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Entre el Cristo y la Yedra



Entre El Cristo y la Yedra

la tarde del Viernes Santo

quiso el aire detenerse

y desgranar los encantos

de una Madre frente al Hijo

de un Hijo con sus quebrantos

deteniendo las agujas

del cristal de los espantos

para que el mundo supiera

a qué saben los fracasos.

  

La tarde era una acuarela

de rezos y de notarios

salpicada por barnices

de empujones y glosarios

y en el balcón del Cachorro

las gargantas se arañaron.

 

Tras el aplauso y los oles

el cortejo fue avanzando

para intercambiar las varas

y rezar sin sobresaltos.


Nadie quería perderse

las miradas, los flechazos

y hasta los politiquillos

allí se fotografiaron.

  

Y entonces el cuadrillero

detuvo allí el desembarco

de una vela con un mástil

que atravesó los espacios.

  

La Esperanzana más verlo

se enjugó todos los llantos

que va guardando uno a uno

bajo el zaguán de su paso

colocándose el delantal

presentable, por si acaso

al guiño de sus entrañas

le daba por quitárselo.

  

El Cristo, tras la Paquera

le cameló los desgarros

a la que parió sus ojos

con rumor de Reyes Magos

y lo envolvió en una cuna

entre pastores y gallos

para que luego, San Pedro

le negará al escucharlo…


Lo que los dos se dijeron

muy bajito lo contaron

con palabras de nostalgia

escritas sobre un relato

de yedra color de ensueño

y pañuelos emblancados. 

 

Esperanza, yo soy el Cristo

el del pelo alborotado

el que jugaba de niño

con virutas dando saltos

por las calles de Jerez

agitanando a los barcos.

  

Esperanza, yo soy el Cristo

el que nunca te ha olvidado.

 

Esperanza, yo soy el Cristo

el que expira por su barrio

el que mira de reojo

Jesús el sentenciado

el que doblega los tiempos

cuando todo ha terminado

el que sabe de tus penas

el que nunca se ha marchado

el que te pinta lunares

el que muere condenado

el que te dijo mamá

el que busca tus abrazos

el que te dice te quiero

el Cristo más jerezano

el Undivé de la Ermita

el Cristo de los gitanos

el de la fragua del cante

el que nunca te ha negado

el que cada primavera

vive de Ti enamorado

y sabe que tus hechuras

es un cielo iluminado.

 

Al oír estas palabras

-ante el pueblo congregado-

La Esperanza hecho a reír

con el corazón desarmado  

y una lagrima color verde

por su rostro desbocado

se prendió por su cintura

cerquita de su costado.


¿Qué te digo, mi locura?

¿Qué te digo, mi regazo?

¿Qué te digo, mi clausura?

¿Qué te digo, mi legado?



No digas nada, Esperanza

Que Jerez me está esperando.

Ya vendré a verte en silencio

con la luna y mis cansancios

y dibujaré saetas

 las mismas que me han cantado

y correremos gritando

cogiditos de la mano. 

  

No digas nada, Esperanza

que se cuelan los horarios.

 

No digas nada, Esperanza

que el viento se ha encaprichado

con mi melena rondeña

y mi porte engalanado

de plegarias y guitarras

que desandan por mis labios.

 

Y así, el Cristo se fue

entre soles y naranjos

en busca de Lola Flores

para jalearla un rato. 

 

Y así se quedó Esperanza

remangando sus harapos

entre cuentas y una vela

que por Sol fue navegando.

 

Y cuando todo acabó

y los suspiros cesaron

la cofradía avanzó

andando lo desandado.

 

Y cuando todo acabó

se despidieron mirando

a la estela de la muerte

que miraba de soslayo.

 

Y cuando todo acabó

yo recogí los pedazos 

de una Madre, medio loca

y de un Hijo, que expirando

quiso mirar para atrás

y consolar ese llanto

que suena por la Plazuela

a alfileres de quebranto

y que sólo se sosiega

en este encuentro soñado

cuando los vientos se encelan

y la Ermita es un cadalso

suspirando el almanaque

descosiéndose los trapos 

rompiéndose las camisas

sonriendo los hermanos… 

al ver tres cruces y un ancla

sobre versos descordados

al ver cómo se desborda

el amor más condenado 

al ver cómo se apuntala

lo vivido y consumado

al ver cómo se retrata

el tiempo de lo sagrado

al ver cómo se desata 

el reloj de lo negado

al ver cómo se enamoran

los que viven separados

al ver cómo se enloquecen

las llagas de lo esperado

y al ver cómo se despiden

-      vuestro Cristo y la Esperanza -

la tarde del Viernes Santo.


 



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