Me das aquello que el mundanal ruido me quita.
Me quitas -a tu manera- las espinas que yo mismo me voy dando.
Peregrino de tu bello canto soy.
Condenado eternamente a tus compases estoy.
Si Tu me dices ven…,
no dudes de que hasta tu lado yo voy.
Para ser un simple juglar de barrio.
Un pirata despojado de tesoros.
Una risa macerada por purpurinas, estribillos y cuartetas con sabor a levante.
Un atardecer en calma.
Un paseo sin mirar a atrás.
Una sombra envuelta en un corazón de tiza de colores desgastados por el tiempo. Por la envidia. Por la luz de los callejones sin tinta.
Una bambalina a medio gritar.
Un quejío a medio imitar.
Una ovación a medio estallar.
Si me faltaran tus hechuras, mi vida estaría sorda de olas. Yerma de pasodobles.
Despoblada de tipos.
De pasacalles.
De febreros… ese mes que nunca se hace mayor en el calendario porque conserva aún sus coloretes entre papelillos de enamorado.
Como enamorado estoy yo de ti… mi Divino Reino.
Mi Capitán de guitarra.
Mi suerte de azotea.
Mi torre mirador al horizonte de mis adentros.
El reverso por donde mi piel cierra los ojos y se imagina conquistando Tu mirada con un sencillo pito de caña.
Con un golpe de bombo seco.
Con un raspeo de endiablada guitarra.
Que verdad mas grande dejo el poeta escrita sobre la barca de su último adiós de que -si quiero ser feliz-, solo tengo que oír coplillas de carnaval..
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