Ámate en el silencio de la noche.
Ámate cuando los ojos de los demás se cierren por el cansancio y te quedes a soñar entre recuerdos por atrapar.
Ámate cuando la soledad te abrigue, cuando el aire te arañe los miedos, cuando el reloj del tiempo marque el tiempo en tu reloj.
Ámate despacio.
Sin prisas.
Con calma.
Ámate sin mirar atrás.
Cuando menos te lo esperes.
Cuando nadie te espere.
Ámate y ama cada una de tus heridas, de tus cicatrices, de tus tropiezos.
Ámate sabiendo que hay una parte de ti que solo es tuya.
Que no es de nadie.
Que nadie puede tenerla.
Nadie puede poseerla.
Ámate sin dar explicaciones.
Sin que nadie te pregunte.
Sin que puedas hacerte preguntas.
Ámate en el reflejo de tu mirada; en ella te verás tal y como eres;
ella te mostrará tal y como eres;
ella eres tú con la luz que sólo emanas tú sin maquillaje, sin disfraz de fondo, sin arrugas ni mentiras.
Ámate bajo la luz de la luna.
Bajo las sombras del sol.
Entre vientos sin dueño.
Ámate cuando más te necesites.
Y cuando no te necesites…
ámate también.
Ámate…
Simplemente, ámate…
porque al amarte...
te sentirás amado por quién tienes que sentir de verdad el verbo amar.
P.D. Escribí este artículo en el año 2016, y años después lo publiqué en "Capitaneados"..
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