Desde hace un par de días la
ciudad anda ansiosa por su llegada. No se lo ha dicho a nadie, pero su corazón
no está bien.
Es un secreto a voces que sólo comparte con aquellos
que desean escucharla cuando el sol le echa cerrojos a la tarde; con el paso de
los siglos ha perdido el miedo a contar a qué saben sus lágrimas, y de vez en
cuando suelta algunas para calmar así a su soledad.
Cuentan que cuando en el cielo alguien se pone a
dibujar nubes de pegatina junto a la cúpula de la Iglesia de la Victoria, le
han escuchado decir que le gustaría ser libre…
Libre para corretear descalza por sus propias calles y
juguetear en cualquier plaza con las hojas caídas del calendario de la espera.
Libre para proteger su piel de los primeros escalofríos
callados y saber a qué sabe un abrazo cuando la voz enmudece.
Libre para ir a buscar los cimientos de sus fronteras
y dar respuesta a tantos por qué que se pierden entre la piel de sus labios.
A veces, cuando
centenares de extranjeros la miran con asombro y sorpresa, se acurruca entre
las tapias de la lejanía para escuchar historias donde ella es la única protagonista;
una vez estuvo a punto de pedirle prestada la mirada a un alemán que partió de
aquí con el cuello dolorido de tanto mirar hacia arriba.
Ella daría lo que no tiene para que los de aquí la
miraran con el rabillo de aquellos ojos forasteros que tanto bien le hicieron aquella
tarde; yo daría lo único que tengo -mis
pies, mi sombra y mi historia- para volver a perderme por entre las costuras de
una ciudad que vale más por lo que calla que por lo que otorga, y ganarme al
fin la palabra jerezano.
Querido Otoño, ayúdame a conseguirlo.
Precioso
ResponderEliminarMuy hermoso, es para pensar que el Otoño es melancolia, hasta en Jerez ...saludos ..
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