Cuando
anoche me senté delante del teclado con la idea de darle forma a este artículo,
confieso que era incapaz de escribir lo que tenía pensado: la tragedia de
Santiago había descarrilado por medio de mis sentimientos.
Suelo madurar cada
escrito, plantearlo a mi manera, medir las palabras para que el charco de las
mismas salpique al que se sienta aludido, pero esta vez quise dejarme llevar
por lo que en esos momentos estaba sintiendo.
¿Y qué estaba
sintiendo?
Pues sentía
impotencia, mucha impotencia; cada vez que leía un nuevo tuit pidiendo que se necesitaba sangre o escuchaba por la radio
cómo el número de víctimas iba ascendiendo sin solución de continuidad, más
impotente me sentía, más nulo, más estéril.
Cuando los
lumbreras de las cadenas de televisión se dieron cuenta de que esto era más
grave de lo que ellos se creían, fue cuando comencé a ver las imágenes de ese
tren descarrilado. Mejor no haberlo hecho.
Sé que durante
un par de días cerraré los ojos y discurrirán por mis retinas esa curva ferroviaria,
esas sirenas alumbrando la desgracia, el cuerpo de algo más de 70 víctimas
reposando su ultimo sueño en medio de hierros y lágrimas,… recuerdos que con el
paso del tiempo se irán poco a poco disipando en la memoria.
Todo lo
contrario que les sucederá a los familiares de los fallecidos, a los amigos de
las víctimas, a los que siguen a la espera de saber si su padre, su hermano o su
novia siguen vivos o está muertos,… para ellos su memoria se ha roto en dos
ante la incapacidad de saber asimilar la página más dura de sus vidas.
Yo no soy nadie
para entrar a valorar si ha sido un fallo humano o un fallo mecánico, no voy a
pedir la cabeza de nadie para que se ensarten sobre sus sienes culpas y
responsabilidades, prefiero quedarme con los valores positivos que han vuelto a
relucir antes una barbarie como esta.
Porque aunque
seamos un país herido, con la desconfianza en la boca y la poca vergüenza
ondeando a media asta, han vuelto a brotar la solidaridad, la profesionalidad, la
HUMANIDAD del pueblo español, el único tesoro que por ahora no nos podrán pisotear.
Lo peor es el
circo político y mediático que acompañará a todo este calvario junto a la carnaza
y el escarnio con el que algunos medios de comunicación hacen su trabajo en
busca de la mejor portada, del mejor relato, de la mejor imagen.
En un momento,
la vida se nos puede escapar de entre los dedos, mientras nos empeñamos en darla
vueltas a cosas absurdas y a silencios incómodos.
En un momento,
la vida nos muestra su lado más oscuro, ese que colorea la parca con colores
negros mientras que el arco iris se confunde en el horizonte.
En un momento, la
luz de la vida se nos apaga sin darnos cuenta de que no estamos haciendo lo
único que podemos hacer: VIVIR.
Me van a
disculpar, pero no puedo continuar.
Desde aquí mi más
sentido pésame, y un fuerte abrazo al pueblo gallego.
Circo político y mediático. Tú lo has dicho. Los que van a hacerse la foto o a hacerla sin pensar en el dolor de familiares y amigos. El verano pasado puse una entrada en el blog sobre esto, el poco cuidado con el que los medios tratan a las víctimas (en ese caso eran de accidentes de tráfico). No son un cuerpo bajo una manta, son personas con una historia truncada a las que alguien quería con locura y nadie se merece que su última imagen provoque tanto dolor.
ResponderEliminarHoy, mejor un abrazo.