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Lecturas de Verano...

Lean. Este verano lean. Déjense atrapar por el placer de la lectura, por el olor a historia susurrada por capítulos. Por rincones, atardeceres y besos que nos enamorarán y nos dejarán con ganas de más. O con ganas de menos. O simplemente, con ganas. Lean. Lo que sea. Donde sea. Como sea. Pero lean. Aumenten de esa forma su curiosidad, su imaginación, su conocimiento… su biblioteca vital para defenderse de este mundo cruel y manipulado. Destripen cada hoja. Cada párrafo. Cada punto y aparte. Perciban otras vidas. Asómbrense con otras miradas. Descalcen sus miedos, déjelos en silencio y camine de la mano de personajes y diálogos a conocer y a conocerse; todo libro nos deja una cicatriz en las manos después de llegar a su punto y final. Conozcan las heridas de Pérez Reverte , de Matilde Asensi , de Javier Sierra ; comprendan los sueños de Antonio Gala , de Terenci Moix , de María Dueñas ; giren la cabeza a lo que fuimos de la mano de Santiago Posteguillo , de Antoni...

De blanco...

De blanco. La Esperanza Macarena viste su pureza en estos días de blanco, y consigue una vez más acallar los silencios cuando las retinas se clavan en Ella . Quizás sea cierto lo que cuentan el charco de lágrimas que siempre se forma a escasos metros de su presencia, y el que va a rezarle con los nudillos desgastados lo que menos se fija es en el color del manto o el de la saya.  Pero estos días la han vestido de blanco. Y nada en Ella está descrito al azar. Porque blanco son los folios sobre los que las palabras tiemblan al conjugar su nombre y blancos son los lienzos donde los colores intentan a duras penas dar forma a su belleza. Blancas son las plumas de esos armaos que desarman con plumas blancas los latidos de La Madrugá ,   y blanco es el horizonte que su palio sombrea sobre las amarguras de esta tierra cuando Ella arria su paso de esperanzas. Blanca es la luz que cada mañana inunda de vida las alcobas. Blanco es el fondo de los ojos donde El...

Una tarde de verano...

Ambos sabemos que nuestros tiempos no vienen marcados por los relojes de arena que la luna guarda en la alacena de los calendarios. Ambos nos conocemos las heridas, las cornadas, nuestras manías. Ambos sabemos buscarnos a destiempo, cuando uno de los dos anda roto y el destino ondea en el horizonte escombros y silencios. Y esta vez me tocó a mí ir a tu encuentro. Cuando nadie me veía. Cuando el incienso dormía. Cuando la memoria escogió una vez más el camino más corto para herirme. Y al verte allí, ante el eco de tu belleza tejiendo una mirada ilimitada y atada a la soga de mis entrañas, no supe si irme de nuevo o quedarme para siempre a tu lado. Son tus cosas. Son las mías. Perdóname por haberte fallado cuando saliste a ajustar cuentas ante promesas prendidas mientras yo nadaba en un abismo de dudas.. Perdóname por quedarme anclado a huellas amoratadas de lágrimas y rebuscarme en mis bolsillos, vacíos de ecos, de costuras y de esperanzas.. Perdó...

Maestra, con Mayúsculas...

Una vez le leí a Mafalda que, “Educar es más difícil que enseñar, porque para enseñar, usted precisa saber; pero para educar se precisa ser”. Y por suerte para mí, he conocido a una maestra de escuela que durante todos sus años de profesión ha conjugado el verbo educar de manera excepcional. Y lo ha llevado a cabo de manera sencilla, humilde, sincera. Se ha dejado el alma por compartir y por compartirse. Ha sido, y será eternamente, una Maestra , con Mayúsculas. Maestra por su forma de contagiar la alegría en la mirada inocente de una clase de niños que la sentían como su refugio en los primeros días de colegio. Maestra por sus hechuras de buena gente, raíz fundamental para que todas las enseñanzas de los libros sean asimiladas en los colegios. Maestra porque nació para ello. Porque lo lleva en la sangre. Porque al igual que le sucede al glamour , la maestría o se tiene o se carece de ella. Y tú, querida María José Bilbao , viniste a este mundo con la g...

Mis niños...

Hace unos días, despedí de manera oficial a un grupo de alumnos de 4º de la ESO que eternamente se quedarán a vivir en mí. Mientras ellos se graduaban y daban por cerrada una etapa de sus vidas, yo los miraba con orgullo entre lágrimas, e imaginaba cómo será el mañana sin tenerlos cerquita.  Los he visto crecer. Los he acompañado de la mano por este sendero. He reído y he llorado con sus cosas, con sus abrazos, con sus locuras… En ellos encontré una nueva oportunidad de sentirme útil cuando Dios me pidió que hablara de nuevo en su nombre. Ellos son vida, alegría, llanto… todo lo que tienen que ser a esas edades en las que las miradas comienzan a endurecerse y los caminos comienzan a separarse; no perder nunca los lazos que os han unido durante trece años de cobijo en torno a Nuestra Señora del Rosario. Ellos son -en definitiva-, especiales porque desprenden luz sin saberlo y ayudan a que los demás brillemos de manera especial. Perdonarme mis años alej...

La Vida...

Tengo una amiga que lleva un tiempo viéndole el lado oscuro a la vida, y la otra tarde me empeñe en mostrarle la cara bonita de la misma. Fracasé en mi intento, pero no por ello me he rendido porque la vida es eso: caerse, sacudirse el polvo de las manos y seguir caminando. Es vivir un atardecer con los brazos de tu refugio protegiendo tu alma, es buscar una mirada cómplice entre la multitud, es saber que alguien te espera al otro lado de la cama. La vida es una canción que silabeas despacito cuando nadie te ve, es aquel libro que nunca acabaste de leer y que duerme en la mesita del tiempo, es aquella historia que - por miedos y cobardías-, no te diste la oportunidad de comenzar. La vida es perder, ganar, empatar en el último minuto; es reír, llorar, desnudarse entre risas y lágrimas; es tocar fondo, respirar por una orilla de sueños, otear el horizonte y escribir la palabra esperanza al lado de la palabra felicidad.    La vida es no saber cómo pedirle...

De manera irracional...

                    Ana se quedó mirando a Roberto de soslayo, dándose cuenta de que los ojos de éste temblaban al garabatear sobre la arena el nombre de su madre mientras el sol se ponía sobre el horizonte centinela de La Caleta. En la orilla, unos niños coqueteaban con las olas del mar mientras el mar se despedía sin querer hacerlo de la ciudad de los estribillos. Por su cabeza, mil cuestiones buscaban otras tantas respuestas hasta que, subrayando el nombre de Victoria, le susurró. -   ¿De verdad estabas enamorado de mi madre? Y Roberto, buscando la mirada de Ana con ternura y volviendo a mirar al mar con nostalgia, le confeso… - Nunca supe conjugar el verbo amar hasta que escribí todas sus posibles formas sobre la espalda desnuda de tu madre con la tinta indeleble de mi lengua una tarde verano. El sol caía a plomo como lo está haciendo ahora, y ambos nos devoramos, nos deshojamos, nos entregamos a una pasión que...