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Detalles..

Con los años, uno se va dando cuenta de que la vida es un regalo que el cielo nos hizo cuando menos lo esperábamos, y que deberíamos de disfrutar más de cada amanecer. Sobre todo, porque sin darte cuenta comienzas a acumular bajo la piel arrugas, cicatrices y olvidos que -a su manera-, van descontándonos el tiempo. Latidos, huellas, miradas; abrazos, despedidas, caricias; besos, silencios, lagrimas… Detalles, en definitiva, que conforman lo que somos, lo que vivimos, lo que nos queda por soñar. Detalles… Pequeños gestos que nos hacen el día a día más llevadero, menos impertinente, más generoso. Como esos mensajes que uno recibe cuando menos te lo esperas, a pesar de la lejanía o la ausencia, para saber de uno, para preguntarnos cómo nos va o para desearnos la mayor de las felicidades. Como esos pequeños sigilos que encontramos en medio de una bulla, de una cola, de un gentío , refugios que uno necesita para poder seguir persiguiendo sueños. O como cuand...

Junto al fuego...

Ahora que el frío comienza a caminar descalzo por los pasillos de las casas, uno se siente feliz cuando la piel entra en calor en torno al crepitar de una chimenea. La lumbre prende de manera contagiosa. Los rescoldos se van desparramando. La madera suda su muerte, expira alientos negros y los ladrillos se tiznan de llamas.   Y créanme, no conozco a nadie en este mundo que admire, mire y disfrute más de un fuego como lo hace mi amigo Antonio Asenjo. No hay nadie que sea capaz de llorar con lágrimas de risas y provocar risas con sabor a lagrimas como lo hace mi amigo Nicolás Rubio si hay un fuego de por medio. Y no hay nadie que tenga el corazón más ancho, grande y sincero que mi amigo Fernando Aibar , un filósofo que tiene sangre de druida, un almizcate envuelto en entrega sincera. La AMISTAD es una llave que abre pestillos húmedos, desabrocha secretos de alcoba, orea recuerdos desvencijados por el tiempo… y jamás caduca. Si es sincera, se cuela por...

Anclado a tu mirada..

Te vi llegar a lo lejos, entre un murmullo de nervios y una alegría contenida en los labios y sin verte la cara, tu rostro me iluminó el corazón. Tu venías meciendo tu grandeza al compás del aire, ante una ciudad que se vio desbordada por tu nombre y con el eco del racheo de alpargatas y bambalinas que deshojan madrugadas cuando nadie las ve.     Yo era uno más entre la multitud congregada en torno a la ilusión de verte pasar, de rebuscarte en la sombra de los asombros que tu estela dibuja al caminar, de embriagarme de esa fragancia de Vida que tu palio destila cuando llega, se posa y se marcha navegando en un mar de latidos compungidos. Y eso hice… Verte pasar, rebuscarme en Ti, embriagarme de la esencia que desborda ríos, calles, soledades… Y esperándote con los pies cansados sobre el alambre de un anhelo, rastreé en los zaguanes de mi memoria y recordé esa décima que te escribí una tarde de Jueves Santo sobre una estraza de inquietudes. ...

Llorar...

Hace unos días, en una clase de tres añitos, un par de inocentes alumnos me dieron una lección de esas que a cualquier persona debe de zarandearla por dentro y cicatrizarla por fuera. Uno se tropezó con la mesa, el otro se acercó para secarle el llanto y a ambos se les dibujó una sonrisa de felicidad plena. Fue un instante tierno, empático, humanitario. Un gesto natural y sencillo. Una señal solidaria. Si esto mismo le hubiera pasado a un par de adultos, muy probablemente el primero hubiera reprimido esas lágrimas de dolor y el segundo se hubiera reservado el consuelo, porque tenemos la creencia que el llorar en público es una señal de debilidad, cuando realmente es nuestra válvula de escape. Si nos reprimimos el llanto y no derramamos esas lágrimas cuando lo necesitamos, probablemente esa emoción se manifestará de forma más incontrolable. Y a mí me gusta hacerles caso a mis emociones, y suelo llorar cuando el cuerpo me pide hacerlo, y no me importa que sea e...

Guardar silencio...

De un tiempo a esta parte, me gusta estar en silencio. De la radio, sólo escucho a De la Morena. De la televisión, sólo me interesa los partidos del Sevilla. Desde bien temprano prefiero rodearme de mis ecos, de mis libros de mis pensamientos… y de las preocupaciones que trae consigo ser un simple maestro escuela. Benditas preocupaciones, por otra parte. Bendito mi trabajo, sin lugar a dudas. Guardar silencio es un gesto de madurez, es ondear la bandera blanca cuando uno se da cuenta de que el egoísmo, la corrupción y la falsedad están incrustados en los tuétanos de la sociedad y que mis palabras juntadas no van a cambiar nada. Guardar silencio es una postura cómoda, placentera, holgada. Es una forma de no meterme en líos. De dejar las cosas pasar. De enrabietarme sólo con aquellas cosas que me hieren la piel. De pensar primero en mí, luego en mí, y más tarde, en mí, Guardar silencio es la respuesta que les brindo a mis enemigos, esos cobardes que están pendien...

Una eterna Cigarrera..

Aunque a la Virgen de la Victoria le pongan una presea de oro, sus huellas seguirán remarcándose en el tiempo con los párpados caídos, con la mirada atragantada de humos y sabiendo que su advocación encierra un triunfo que se celebra más allá de las nubes de esta tierra. Pero… ¿Alguien ha pensado alguna vez en su día a día? ¿En su minuto a minuto? ¿En su suspiro a suspiro? El eco de su nombre se escribe con la tinta de la piedra angular de las Sagradas Escrituras. De sus entrañas nació la llave con la que San Pedro abre y cierra cada mañana el portón del cielo. Su vientre fue el refugio del Hijo de Dios, del Hijo del Alfarero, del Hijo que descuelga juramentos allá por los Remedios. Y ahora la vamos a coronar, pero… ¿Quién le sostiene la pena a la Virgen de la Victoria? ¿Quién le dice que esta batalla la tiene que seguir peleando cuando el flagelo de la impotencia, del drama, de la sinrazón… martiriza su dolor? ¿Quién le seca las palabras a ...

No podía faltar..

         En una hoja de Tu historia, con fecha de seis de octubre del año dos mil dieciocho, pusiste rumbo a casa después de unos cuantos años de ausencias alejado de tu Ermita. Todo se preparó para que ese día la luz tamizara sonrisas y agradecimientos entre abrazos y despedidas, y a la Esperanza de San Francisco le brotó -al verte partir-, una lagrima de pena en su anacarado rostro; solo Ella sabe cuánto te echara de menos. Y yo quise leer esa página de tu historia en primera persona, de ahí que fuera a buscarte, porque sabes que necesito de Ti. De esa mirada que reta al cielo cuando el cielo no es capaz de sostenerte la mirada. De ese instante que desespera al mismo tiempo porque el segundero de su alma aún sigue de brazos cruzados esperando a que expires, a que mueras, a que des por finalizado tu reino de carne y hueso. Fui a verte porque ambos necesitamos de ese dialogo bañado en silencios que Tu y yo tenemos cada vez que nos vemo...