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Entradas

Soy maestro...

    Hay varias cosas en este mundo de las que me siento realmente orgulloso, entre las que destaco siempre que puedo mi educación salesiana, mi corazón de sevillista y mi título por partida doble de Maestro de Educación Primaria y Educación Infantil. Pude haber sido médico o periodista, pero elegí una vida entre pupitres, babis y llantos en el mes de septiembre.   Y ahora que los cuadernos de dos rayas ya tienen la primera hoja escrita con buena letra, me van a permitir que les explique por qué este simple juntaletras se siente orgulloso de ser un maestro escuela. Soy maestro porque me gusta pensar que estoy dejando a mis espaldas un mundo mejor, porque no creo en la burocracia del sistema educativo y sí en las sonrisas de mis alumnos, y porque el futuro no sirve de nada si a las generaciones venideras no se les forma desde el cariño y desde la sinceridad que cada uno lleva en sus bolsillos y cicatrices. Soy maestro porque soy un inconformista que ...

Bancos de colores...

Señoras y Señores. Ladys and Gentlemans. Mesdames et Messieurs… Déjenme que les cuente, les presente y les confíe la última atracción que esta Noble y Leal ciudad de los Despropósitos y Suciedades Eternas oferta a propios y extraños a lo largo de sus calles, parques y aledaños. Estoy seguro que sus ojos jamás vieron nada igual y que una vez que la conozcan, inundarán de fotos su muro de Facebook.    Y es que repartidos por la Ronda del Colesterol y por diversas zonas de la ciudad usted puede sentarse en unos maravillosos bancos de hormigón envueltos en colores que de seguro que serán cómplices de mil confesiones y risas. La ciudad los necesitaba. Los jerezanos los necesitábamos. Yo los necesitaba. Y quién mejor que nosotros para albergar esta iniciativa, al igual que en su día hicimos al colocar una rotonda con caballitos con la piel amarilla, verde, lila… Quién mejor que nosotros para facilitarle a la juventud que pele la pava cada noche en un banco di...

Imagina...

Imagina que llevas ahorrando un año para poder visitar Barcelona con la ilusión de enseñarle a tu hijo pequeño la ciudad donde juega su ídolo, Leonel Messi. Imagina que la última tarde la reservas para comprar los recuerdos para la familia y dar el último paseo por Las Ramblas; a saber cuándo podrás regresar. Imagina el bullicio, la alegría, los colores de la vida envolviendo al tiempo y al júbilo hasta que unos cuantos asesinos deciden jugar a ser Dios y empotran su fanatismo sobre un acerado de cenizas.      Imagina que salvas la vida -y la de tu hijo-, porque un segundo antes has entrado en una tienda a preguntar por el precio de una camiseta; imagina entonces que el ruido, el caos y el miedo te hacen salir a la calle y sólo ves una turba sorteando adoquines entre sangre, dolor y pánico. Imagina que no entiendes nada y que tu instinto de padre hace que busques a tu hijo desesperadamente para ponerlo a salvo en el interior de tus brazos. Imagina...

Jerez se desangra...

Y lo hace poco a poco. Despacito. Con parsimonia. Disfrutando de su agonía al sentir cómo por su cuello se va enredando la soga de su muerte anunciada. Y digo disfrutando porque aquí nadie hace nada. Aquí no pasa nada. Aquí no nos duele nada. Pero a este junta letras de Torresoto le duele su tierra. Y bastante. Y me enrabio al pensar que nadie pone pie sobre pared para calmar mi pena, mi desazón y mi tristeza al ver cómo se nos está yendo la vida. Tristeza que me persigue al pasear por mis calles cuando la luna asoma en la noche, reinando sólo su reflejo por las esquinas donde el miedo este verano está haciendo de las suyas. Esta vez les ha tocado el turno a los bares y a sus terrazas veraniegas, y al ruido molesto que provocan que los vecinos colindantes no puedan conciliar el sueño. Ahora saldrán los que regentan nuestros hilos y alguna que otra asociación diciendo que pronto se llegará a un acuerdo, pero poner “toque de queda” al centro en estos meses calur...

Un paraíso cercano...

Tengo la suerte de vivir cerca de un paraíso natural que, visitado en pequeñas dosis, me enseña a vivir la vida, me muestra lo que es la vida, me regala y me da la vida.   Al menos en este detalle el destino no ha sido esquivo conmigo y con mi carácter. Pero les hablaba de mi paraíso, un trozo de tierra y agua a pocos kilómetros de mis huellas, donde las charlas se maridan con los cafés conservados en los termos que siempre conocí en casa de mi abuela; donde los bocadillos de nocilla abren de par en par los pasadizos de las nostalgias y donde los niños no se cansan de ser niños, de querer ser niños, de soñar con ser niños. En este paraíso siempre hay ruido. Siempre hay bullicio. Siempre hay un motivo para volver. Tiene este paraíso nombre y perfil de mujer, y le gusta ir tostando la piel desnuda de mi alma de manera pausada, sin prisas, parsimoniosamente, como un romance a medio escribir y como me tomo la vida al ver ese idilio eterno entre el mar y la orilla o...

Crecer sin querer...

La escena la viví la otra mañana mientras esperaba turno para arreglar ciertos papeles relacionados con la casa de mi madre.    El aforo de aquel recinto rozaba el lleno a eso de las nueve; una madre sin paciencia le daba una y otra vez el móvil a su hijo pequeño de apenas un año para tenerlo distraído; el guarda de la puerta hacía funciones de conserje, de psicólogo, de confidente; mi vecino de asiento, Rogelio, me contó en media hora su vida, la de sus hijos, la de sus cultivos; … El ruido le vencía la batalla al aire gracias al sudor de esa jungla de ciudadanos impacientes que reclamaban sus injusticias por los impuestos a pagar mientras sus IPhone 7 no paraban de recibir mensajes de wasap. Y en medio de este lienzo costumbrista de una mañana de julio, descubrí la presencia de una niña que -acompañando a su madre-, me hizo ver que la infancia depende de la cuna en la que nazcas. Con las rodillas limpia de moratones y algunos dientes de leche a punto de ...

Cuando se dice te quiero...

Antonio Orozco dijo una vez que hay muchas maneras de decir te quiero , pero que nada es comparable al repeluco que nuestra piel siente cuando esas dos palabras recorren el mapa de nuestros lunares porque alguien nos lo dice al oído. A ciertas edades, hay ciertas palabras que uno necesita escucharlas de manera directa, sin rodeos y a sabiendas que ese juego de latidos puede hacernos olvidar un mal día o puede calmar una tarde de llanto y soledad. Por eso, cuando se dice te quiero , el alma descorre los pestillos donde la felicidad duerme y se pinta dos sonrisas que saben a tiempo hilvanado a la memoria, a rostro envuelto en recuerdos, a sabanas y amaneceres de escalofríos. Cuando se dice te quiero , uno se siente un valiente en mitad de la batalla que es capaz de enfrentarse a los requiebros del corazón con el pecho descubierto; a las gotas de lluvia en primavera con promesas encendidas; al frío del desierto por la noche con hogueras de caricias, … Cuando se dice t...