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El niño que lea.

De las cosas más bellas que un maestro de infantil guarda en su memoria una tiene que ver con el sonido de sus niños al leer por primera vez. Tras un trabajo de varios años, las piezas de un puzle sonoro cobran vida cuando ese dedo comienza a subrayar por si solo una frase que dibujará en el rostro de ambos una sonrisa infinita. Por si alguien no lo sabe, yo les puedo contar que ese milagro no es un trabajo exclusivo de aquel o aquella que aceptó su vocación, sino que tiene que ir de la mano de los padres, de los abuelos, de los tíos,…de todos los agentes activos que participan en la enseñanza -y en la EDUCACION-, de ese infante que a través de un cuento, de un poema o una canción puede vivir otros mundos. Y paralelo a este milagro se da aquel que tiene que ver cuando un lápiz del número 2, haciendo equilibrio entre sus torpes dedos, le permite escribir su  primer nombre gracias a los personajes del país de las letras. Pero si para los maestros de infantil es un...

Ser jerezano

Circula por las redes sociales una especie de decálogo donde se dan unas directrices maestras de lo que significa Jerez, y por defecto, ser jerezano. Entre ellas se pueden leer algunas afirmaciones tales como que Jerez es olor a incienso, es una guitarra bien tocá , es pasión en una plaza de toros o es ambiente motero.   Uno, que guarda entre recuerdos los primeros dientes que buscaron cobijo bajo una almohada ratonera, sabe que Jerez es algo más que una ciudad con duende, un entramado de leyendas que tiene la playa a diez minutos o un arte inigualable cuando le da por cantar nanas en diciembre. Sé todo eso, pero también sé y reconozco que en los espejos del carácter del jerezano se va acumulando el polvo de su propia ignorancia cuando la vida va pasando por nuestra vera y no apreciamos lo que aquí se cuece. Esa ignorancia, que duerme anclada a los pies de las fronteras que nos rodean, es la que nos ha vuelto a sacar los colores hace unos días cuando no hemos ...

De vez en cuando...

Serían las seis y cuarto de la tarde cuando decidió finiquitar aquella nueva aventura. Llevaba varias semanas sin apenas encontrar la concentración necesaria para poder siquiera pasar apuntes a limpio, y ante los consejos de su madre, decidió pasarse por la biblioteca del centro. Allí tampoco fue capaz de lograrlo. Cada vez que alguien llegaba o se ausentaba a fumarse un cigarro, él no perdía de vista el eco de sus pisadas, y sin querer darse cuenta en su cabeza iba conformando una historia, iba imaginando un nombre, iba tejiendo un pasado,... hasta que abría los ojos y se culpaba por ello.  Masticando ese agobio, recogió sus libros, se calzó su mochila, bajó las escaleras de manera precipitada, se ausentó de la sociedad colocándose sus auriculares para no escuchar los latidos de un corazón apocado, y puso rumbo a su casa. Necesitaba sentir el aroma que sólo las paredes de su habitación podían darle; era el único lugar del mundo donde su propia piel no le agobi...

Todo llega.

            Si miras desde cualquier rincón sentirás su aroma agarrarse con fuerza al aire; si oteas en el horizonte, la envoltura de sus sueños comienzan a abrirse con pausa; si escuchas a la tarde robarle pellizcos al sol, sus huellas comienzan a trepar por las almenas. Pero no se atreve a pasar del todo. Hay algo que se lo impide. Hay algo que le amarra la cintura y no le deja franquear la puerta para caminar de manera libre por senderos donde antaño sus pies respiraron. Aquellos que creen conocer el carácter que su voz esconde cuentan que todo es cuestión de tiempo. Y puede ser que ellos lleven razón, pues apenas lleva varias semanas con el traje de fiesta y las costuras de sus miedos aún no han dado de sí. La otra noche volvió su cabeza hacia atrás para ver el camino que surcó hace unos días, un camino andado entre nervios y utopías, entre perezas y apatías, entre anhelos y cobardías, y hasta el cielo lloró como sólo sabe llorar él, ma...

Me ha faltado algo.

El salón de mi casa se ha quedado de nuevo mudo. Siente sobre su piel la ausencia de lo vivido, lo efímero de lo soñado, lo escrito por lo contado y lo relatado por lo sufrido. Escucha a las gotas de la lluvia pellizcar los cristales, y quisiera liberarse de sus ataduras para saltar sobre sus charcos y salpicarle la cara a esas nubes traidoras, con sus recuerdos, sus emociones, su pasión y con su fe, esa que a veces se tambalea cuando no siente a Dios transitar por las calles por culpa de los caprichos del aire, o por las decisiones de algunos hombres malheridos.     Pero es normal verlo así. Ha visto como mi madre ha ido devolviendo las túnicas a sus maletas, ha escuchado el golpeo de las medallas sobre los cabeceros, ha sentido los dobleces de las papeletas de sitio en su cajón y las pocas estampitas que nos han ido regalando este año se confunden con las que se quedaron sin repartir, entre lágrimas e impotencias, aquel Martes de estrenos bordados....

Santo Tomás era del sur.

       Buceando estos últimos días de cuaresma entre las leyendas y los mitos que cuentan sobre las gentes del sur y nuestra peculiar manera de vivir la vida, me ha venido a la cabeza aquella vieja historia que mi abuela me contaba sobre los vientos y las veletas. Solía relatármela cuando la primavera caminaba aun de puntillas sobre el mes de marzo, en ese instante en el que las horas del mediodía iban a buscarse al espejo de la gracia para ajustarse su traje de cortejo con el que comenzar a alterar los corazones más apocados. La abuela Teresa acomodaba sus arrugas sobre su cansado hábito carmelita para dibujarme, sobre los ejes cartesianos de su delantal de cuadros, cómo los vientos del lugar iban robándole besos y caricias a unas veletas que giraban desesperadamente sobre sus propios ejes intentando desanclarse de sus forjados destinos.    Según ella me contaba esta era la manera que tenía la brisa de rellenar sus alforjas de recuerdos ...

Se traspasan sentimientos

                Muchos de esos que reclaman a los cielos de Curtidores “ otra madrugá ”, apenas saben de sus secretos, raras veces se detienen a contemplar el dolor acompasado por la historia y desconocen -porque no tienen suficientes moratones aun en sus rodillas-, quien es la que acuna lágrimas en Cristina. Muchos de esos que se llaman “hijos suyos”, apenas conocen a una Madre que sigue callada por los recuerdos de una herida que no dejamos que cicatrice, raras veces levanta la voz ante los gritos de los cobardes y es capaz de silenciar, con una simple mirada, al mismo dueño del tiempo cuando éste pretende elevar su palabra por encima de los vencejos que rondan la tarde. Muchos de esos que posan en sus labios promesas que se ahogan al corretear las aceras, apenas pueden sostener ese nombre en sus gargantas, raras veces vuelven su cabeza hacia el patio de los refugios y desconocen que los arcanos de la noche se esconden en faroles y...