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Santo Tomás era del sur.

       Buceando estos últimos días de cuaresma entre las leyendas y los mitos que cuentan sobre las gentes del sur y nuestra peculiar manera de vivir la vida, me ha venido a la cabeza aquella vieja historia que mi abuela me contaba sobre los vientos y las veletas. Solía relatármela cuando la primavera caminaba aun de puntillas sobre el mes de marzo, en ese instante en el que las horas del mediodía iban a buscarse al espejo de la gracia para ajustarse su traje de cortejo con el que comenzar a alterar los corazones más apocados. La abuela Teresa acomodaba sus arrugas sobre su cansado hábito carmelita para dibujarme, sobre los ejes cartesianos de su delantal de cuadros, cómo los vientos del lugar iban robándole besos y caricias a unas veletas que giraban desesperadamente sobre sus propios ejes intentando desanclarse de sus forjados destinos.    Según ella me contaba esta era la manera que tenía la brisa de rellenar sus alforjas de recuerdos ...

Se traspasan sentimientos

                Muchos de esos que reclaman a los cielos de Curtidores “ otra madrugá ”, apenas saben de sus secretos, raras veces se detienen a contemplar el dolor acompasado por la historia y desconocen -porque no tienen suficientes moratones aun en sus rodillas-, quien es la que acuna lágrimas en Cristina. Muchos de esos que se llaman “hijos suyos”, apenas conocen a una Madre que sigue callada por los recuerdos de una herida que no dejamos que cicatrice, raras veces levanta la voz ante los gritos de los cobardes y es capaz de silenciar, con una simple mirada, al mismo dueño del tiempo cuando éste pretende elevar su palabra por encima de los vencejos que rondan la tarde. Muchos de esos que posan en sus labios promesas que se ahogan al corretear las aceras, apenas pueden sostener ese nombre en sus gargantas, raras veces vuelven su cabeza hacia el patio de los refugios y desconocen que los arcanos de la noche se esconden en faroles y...

El día D.

El pasado veintiocho de febrero la comunidad autónoma andaluza se levantó de la cama orgullosa, altanera, eufórica, con la sonrisa en sus calles y saboreando el acento en cada saludo, en cada desayuno, sabedora en su interior de que todo el mundo la buscaría  a lo largo de ese día para volver a mirarla con anhelo y envidia. Anhelo porque saben que el sol se refleja de manera distinta sobre nuestras celosías y azoteas, y envidia porque los andaluces, en el fondo, somos un pueblo que sabe vivir muy bien, que se toma la vida con sorbos de gracia y con un age que ya quisieran otros y que para mayor regodeo de nuestro ego íbamos a disfrutar de un puente de cuatro días de esos que quitan el hipo sólo de pensarlo. Es lo que tiene ser andaluz y son los beneficios que nos da el respirar el aire que se pierde por la Baja Andalucía. Pero una semana después, ese sentimiento autonómico que nos hinchaba el pecho se ha ido esfumando de nuestros pulmones; y por las arterias de l...

Hace unas semanas...

Hace unas semanas volví a visitar el corazón de vuestra ciudad, ese latido acompasado por el almíbar y endulzado por el aroma de la historia, y paseando por sus calles tuve la sensación de empequeñecer a cada paso que daba entre callejuelas y naranjos. Hace unas semanas necesité escuchar de nuevo los crujidos de la memoria, recorrer los recuerdos que dejé anclado tras cada farola, tras cada esquina y buscar ese trozo de mí que se quedó a vivir entre las sombras de vuestro aire.   Hace unas semanas agaché de nuevo mi cabeza en señal de respeto cuando rondé  esas murallas donde dormitan las leyendas y donde tantos y tantos besos son robados a la noche cuando expira una nueva madrugada. Hace unas semanas… Sevilla y yo tenemos cuentas pendientes. Ella sabe que huí de sus brazos cuando quiso apretarme entorno a su cintura y hacerme suyo; yo sé que volveré algún día a sentir cómo se inclina el cielo cuando tiene que pintarle de caricias un nuevo amanecer y se ...

De bien nacidos...

Conservo en una de las estanterías de mi casa una caja de zapatos donde suelo acumular recuerdos, fotografías, miradas,… huellas al fin y al cabo por donde mi voz en algún momento clavó sus talones y donde algunas lágrimas aún esperan ser enjugadas para que el viento las seque. Es una simple caja de cartón, de esas que el tiempo modela con sus yemas en forma de humedad y a donde me gusta acudir cada vez que miro hacia atrás y la niebla me impide ver cuál es mi destino. Y quizás el destino, ese que a veces maneja sus hilos al antojo de otros, haya tenido la culpa de que hace unas horas haya vuelto a abrirla. Necesitaba aspirar ese olor a rancio, absorber esas arrugas que han hecho de mí el hombre que hoy soy, inhalar ese aire que aún conservan los sueños cuando sus reflejos siguen envueltos entre papeles de celofán y nostalgias, y pasear, vagar, caminar de puntillas por esos trazos perfilados al caer los años y verle la cara a esa vieja aspiración que en su día tuve d...

Ponme dos coloretes

Tengo una vecina en mi barrio que cada vez que los pitos de cañas y las máscaras se apoderan del mes chiquito sentencia –eso sí, cruzándose la bata- que el carnaval es una fiesta conformada por gente chabacana y ordinaria para un pueblo ordinario y chabacano. Creo que una vez tuve la ordinariez de contestarle, y la respuesta que me soltó tras esa atalaya de chabacanería que esconde en esa bata fue tan absurda que en menos de un minuto se retrató ella sola; con marco y todo. Tras vivir aquel “esclarecedor” episodio me hice la promesa de que nunca más alzaría una bandera empolvada de purpurina para defender -desde la distancia y el cariño-, al carnaval y a sus gentes, puesto que el carnaval por sí solo ya tiene defensa suficiente cada vez que alguien entona una copla por lo bajini, bien sea en la ducha, bien en el coche o bien cuando se está compartiendo risas o penas con los amigos. Lo llamativo del asunto es que con los años me ido encontrando por el camino a más perso...

Un poquito de cariño.

Antes de que pliegues este artículo en algún pasillo de tus recuerdos, me gustaría que te asomaras a una ventana, un balcón también nos vale, y que te fijaras, serenamente, sobre el horizonte que nos dibuja estos días el firmamento. Si a la hora de leerlo la lluvia está besando tejados y canaletas, espérate a que escampe, y con sosiego préstale tu atención a ese lienzo que cada tarde se descuelga del marco para descansar y te darás cuenta, sin apenas esforzarte, sin apenas parpadear, de que ya no están entre nosotros las nubes de la hipocresía, esas que se alimentan de los escaparates de diciembre, y que a mediados del mes de enero huyen recelosas ante la idea de jalar de nuestras manos ante cuestas interminables. Por más años que se acumulan en mis huesos, al alejarse estas fiestas me sigue sorprendiendo la actitud que toman algunos humanos que viven al son que marcan las hojas del calendario. El que es bueno por naturaleza, respira bondad a cada paso que da, compar...