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Tu nombre encierra...


             Existen ciertos nombres que cuando uno los menciona siente un leve calor apoderarse de nuestros labios; otras veces esa sensación se transforma en miedos, algunas otras en nostalgias y otras tantas veces uno siente una caricia con sabor a envidias corretear libremente por nuestra boca.

Se podría decir que asociamos una parte por el todo cuando nombramos un todo que inunda con su mención a todas las partes.

Algo parecido a esto que les cuento me sucede a mí cada vez que escribo el nombre de Jerez en un impreso, cada vez que lo escucho como carta de presentación precediendo a cualquier artista nacido cerquita mía o cada vez que tomo su nombre para responder de dónde vengo.

Como un resorte digo que yo soy de Jerez de la Frontera, a sabiendas que mi patria no es la cuna de la perfección, pero dejando claro en mi sonrisa que entre albarizas, bodegas y campanarios mi trocito de tierra encierra mucho más de lo que la gente pueda llegar a imaginarse.

Porque encierra arte, flamenco, compás,…

Encierra historias, soniquete, duende,…

Encierra escalofríos de cenizas, soleras de madrugadas, guirnaldas de alegrías,…

Por eso se me clavan en el pecho un día sí y otro también ese legado que a los cuatro vientos difunden los medios de comunicación acerca de los últimos inquilinos que ha tenido que soportar el sillón de la alcaldía, dejándonos como herencia y tarjeta de visita una realidad que dista y mucho de la que yo vivo cada primavera en mi barrio.

Hemos soportado su cinismo y su poca vergüenza cuando portaban el bastón de mando y ahora tenemos que seguir soportando sus fechorías y  sus corruptelas desde la cárcel donde en teoría purgan sus culpas.


Jerez de mis entrañas, cuídate de aquellos que dicen quererte y que por salvar su cuello son capaces de venderte en cuanto mencionan tu nombre.   

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