Las lluvias de hace un par de semanas me han dejado
dos piedrecitas en el zapato que hasta que no me descalce de ellas me temo que
no podré seguir persiguiendo mis sueños.
Una
de ellas hace referencia a los limpiaparabrisas de mi coche; la otra tiene que
ver con la estúpida manía que algunos telediarios nacionales tienen de
subtitular todo lo que huela a Andalucía.
Lo
de los limpiaparabrisas lo hemos solucionado pidiendo prestado el dinero, ya
que si no era así no sé cómo podría afrontar un gasto de este tipo; es lo que
tiene tener pocas horas de trabajo.
Pero
la solución para lo otro la veo bastante lejana, excepto si nos levantáramos en
armas todos los que nos sentimos andaluces no sólo un día al año y
defendiéramos nuestra cultura con uñas y dientes.
Porque
vamos a ver, yo hablo exactamente igual, y me expreso exactamente igual que alguien
que vive en Salamanca, en Cuenca o en Palencia,… ¿por qué ellos cuando salen
hablando por la pequeña pantalla no pasan por la vergüenza de ver sus palabras
impresas como nosotros?
Quizás
los primeros culpables de todo esto sean los mandamases de nuestro canal
autonómico cuando se bajan los pantalones y subtitulan los Carnavales de Cádiz,
como si la gente de la Viña cantara en chino mandarín sobre las tablas del
Falla.
Y
si encima este trabajo lo hicieran bien, no tendríamos que ver cómo unos puntos suspensivos sustituyen a alguna que
otra palabrota o palabra soez. Supongo que de esa forma evitaran herir
sensibilidades.
Cómo
me rechinan las tripas cuando me ningunean mi forma de expresarme, cuando el
problema del idioma es una bandera a la que otros andan anclándose.
Pero
os digo una cosa: ustedes seguid subtitulándome que cada vez que lo hacéis mi
forma de hablar entra por los oídos, pero su grandeza entra por los ojos.
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