Te miro sin que te des cuenta
y al verte,
tus ojos acarician mis sentidos,
tu nombre vuelve a provocarme escalofríos
y tu boca,
tu boca sigue siendo un manantial de suspiros perdidos.
Te miro
y en ti veo un oasis de sueños vividos.
Te miro
y me sonrío
por mis adentros y por mis afueras,
por mis costuras y por mis latidos
y sin saber cómo,
vuelves a calmar la sed,
de este juglar,
de este peregrino
que sabe que en tus caderas
anidan mis pasos y mis descuidos.
Te miro
a media tarde
y al llegar la noche
-sin hacer ruido-
vuelvo a ser preso de ti
releyendo todos mis olvidos.
Te miro
de reojo
y
sin mirarme
me tienes convencido.
Te miro
sin descanso
y en mis descansos
te miro
acunando este regalo
que es mirarte entre delirios
pausándose la vida
y cosiéndome este vicio
-a la piel, al alma y al juicio-
que es mirarte entre silencios
y entre silencios te miro.
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