En una bóveda del tiempo, la vida guarda un cofrecito de jaramagos, yerbabuenas y vientos, y el espejo de este pequeño tesoro tiene el nombre de Esperanza.
Cuando la vida se ahoga, o se atropella, o te deja desnudo y sin huesos que roer, ese cofrecito se abre de par en par para calmar las mareas, para apaciguar las espumas, para acunar la rabia y el dolor.
En ese cofrecito habita el último aliento, el último tango, el ultimo baile de salón con las luces a medio apagar.
Ese cofrecito tiene hilvanado todas las promesas que el ser humano no dice, pero susurra cuando ya no puede llorar más.
En ese cofrecito, uno puede encontrar a Dios una tarde de abril dibujando arco iris de papel, y a la Esperanza tendiéndole el color verde… el mismo con el que con los ángeles juguetean en el cielo.
Y así, cuando tras la lluvia uno ve ese ramillete de vida danzar por las nubes, en el color verde se puede sentir la sonrisa de la Esperanza.
Porque la Esperanza es esa soga a la que uno se amarra cuando el corazón sólo quiere dejar de latir.
La Esperanza es esa mirada en mitad de la multitud que te salva de los pasadizos de la soledad.
La Esperanza es un clavo ardiente que no quema, es un faro que el horizonte tiene al final del camino, es un romance a medio escribir sobre rayas en el agua.
La Esperanza es la clave de sol con la que el sol enclava sus rayitos de luz por las mañanas.
La Esperanza es el milagro que tenemos cerca para no volvernos loco a los que tenemos latidos desbarataos por el amor.
La Esperanza es el cordón umbilical que nos une a la fe.
La Esperanza es el halo que no se ve, pero reconforta.
Es esa sombra que no sabemos dónde está, pero está.
Es esa rosa que ni los vendavales pueden despojarla de su aroma.
La Esperanza es un llanto de guitarra, un abrazo cuando todo se derrumba, una herida que supura a fuego lento en un hornillo del tiempo.
La Esperanza es el primer sueño que tendremos cuando nuestros ojos se conviertan en cenizas y en nuestros bolsillos sólo tengamos una esquela con el recuerdo de nuestro nombre.
Si tienes la suerte de vivir, hazlo con Esperanza.
Si vives cerca de Ella, ve a su encuentro y rézale.
Simplemente, rézale.
Bajito.
Sin apenas despegar tus ojos de los suyos.
Si has perdido el norte de tu vida, aférrate al norte de su brújula…porque la Esperanza, a su callada manera, te va a decir tantas cosas…
Yo lo hice… hace unas cuantas primaveras, y desde entonces sólo puedo escribir sobre Ella, pero la Esperanza es algo tan increíble, que soy consciente que lo que siento por Ella no puedo expresarlo con palabras.
Ainssss Esperanza, no me sueltes la mano, y espérame con los brazos abiertos al final de esta vida.
FOTO: Esteban Pérez Abión
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