Le preguntaron una tarde a la vida que qué era el amor…
Y la vida guardó silencio, rebuscó en sus costuras y dejó que sus ojos brillaran con la más simple de las respuestas.
Porque el amor es eso. Simpleza y sencillez.
Evidencia e ingenuidad.
Es la grafía con la que los suspiros suspiran.
El amor es algo más que un hilo rojo que envuelve almas por los pasadizos del tiempo.
El amor es algo más que una caricia cuando te has entregado al sudor de una cama.
El amor es algo más que decir te quiero con la garganta rota y sin eco.
Porque el amor son esas miradas que uno divisa entre un mar de gotas.
El recuerdo que te hace sonreír con el primer café del invierno.
El tembleque que te entra en el ombligo cuando sientes que tus labios desangran deseos, medias y tacones.
El amor es aquello que mueve el mundo; o en este caso, mi mundo desde que apareciste aquella tarde de febrero en Cádiz para sacudirme las lágrimas.
El amor es la tranquilidad de llegar a casa y saber que la casa es el lugar donde reside tu paz, tu calma, ese nombre que se desboca cuando gimes, ese nombre que gimes cuando sólo sabes desbocarte.
El amor es esa rosa cuyas espinas se clavan en tus dedos, y la persona que más te quiere te sopla esa herida con tanto amor que al final, hasta la espina te pide perdón por haberte hecho daño.
El amor es querer apretar los dientes juntos, querer a una persona bien, querer estar ahí, … saber que los días grises se pueden volver de colores cuando dos corazones van a la par entre veredas de ilusiones.
Te dije que no te iba a escribir… y ya ves, aquí estoy juntando letras para ti.
Quizás sea porque tu eres el amor de mi vida.
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