Sin lugar a dudas, Roma es la ciudad bañada por la historia. La notaria de nuestro pasado, presente y futuro. La que huele a legiones y emperadores cuando el sol pide descansar.
Roma es esa ventana a los amores imposibles. Un cerrar de ojos a una cicatriz que está costando supurar. Un beso demudado por el adiós.
Roma es ella…
Todo un imperio de latidos cuando sonríe.
Toda calzada cuando se descalza.
Toda mujer cuando cae la tarde.
Roma es ella tras cada esquina, bocacalle o plazoleta.
Tras cada vericueto, acento con prisas o fuente anudada al mar de los quereres.
Roma es ella… Y por los siglos de los siglos lo será…
De ahí que cada vez que la nombre o la visite, por mi mente se vuelve a escapar su recuerdo.
Ese recuerdo tatuado al escalofrío de mis huesos.
A la orfandad de mis abrazos.
Al hilo invisible de mis sueños.
Roma es ella.
Sin conquistar.
Sin vencer.
Entregada a la pasión de vivir en cuerpo y alma.
Roma es ella.
Desmelenada por la felicidad.
Cansada por las batallas del tiempo.
Embrujando al aire, a la luz y sin necesidad de dueño.
Roma es ella.
Libre.
Sin condenar a nadie.
Con el mundo puesto a sus pies cuando simplemente abre los ojos y mira.
Porque cuando ella mira… toda Roma claudica ante su mirada…
Comentarios
Publicar un comentario