Ambos sabemos que nuestros tiempos no vienen
marcados por los relojes de arena que la luna guarda en la alacena de los
calendarios.
Ambos
nos conocemos las heridas, las cornadas, nuestras manías.
Ambos
sabemos buscarnos a destiempo, cuando uno de los dos anda roto y el destino ondea
en el horizonte escombros y silencios.
Y
esta vez me tocó a mí ir a tu encuentro. Cuando nadie me veía. Cuando el
incienso dormía. Cuando la memoria escogió una vez más el camino más corto para
herirme.
Y
al verte allí, ante el eco de tu belleza tejiendo una mirada ilimitada y atada
a la soga de mis entrañas, no supe si irme de nuevo o quedarme para siempre a
tu lado.
Son
tus cosas. Son las mías.
Perdóname
por haberte fallado cuando saliste a ajustar cuentas ante promesas prendidas
mientras yo nadaba en un abismo de dudas..
Perdóname
por quedarme anclado a huellas amoratadas de lágrimas y rebuscarme en mis bolsillos,
vacíos de ecos, de costuras y de esperanzas..
Perdóname
porque cuando Tú quieres, yo te
vuelvo a negar, me amparo en que no merezco la pena, y te confieso que la vida
me sobra, me pesa, me duele.
Pero
Tú siempre estás ahí. Con el
pestillo de la entrada a medio cerrar por si regreso a tus astillas de
gitanerías.
Parce
ser que este es nuestro sino. Nuestro destino. Nuestra forma de querernos.
Por
eso te rezo con rabia, agacho la cabeza en cada envite y me muerdo los nudillos
para que la sangre brote, como brota tu nombre por los pasillos mudos de mi
mundo.
Por
eso te escribo hoy, a sabiendas de que en algún momento me leerás.
Sé
que hace un par de lunas, un reguero de miradas se columpiaron a tumba abierta
sobre los suspiros del tiempo; y sé que el mismo tiempo suspiró sin remedio
alguno sobre el vértice arrabalero de Tu
mirada.
Los
que asistieron a ese intercambio de pupilas, se fueron con la sensación de que
llegaste, sacaste tu capote de escalofríos a relucir sobre las calichas de tus
vecinos y te alejaste calle arriba, tatuando en el aire un romance de
melancolía.
Los
que vieron al tiempo marcharse, han dejado escrito en sus recuerdos que éste se
rasgó las costuras de sus lienzos, quedándose sin habla, sin cobijo, sin vida. Poco
le sucedió ante una mirada como la tuya que quiebra, que desprende alientos,
que vuelve loco de atar a todo cuerdo que se precie, resurgiendo por las
azoteas de la Por-Vera aquellos
versos que dicen…
Si
me pierdo en Tu mirada
que
recojan mis fragmentos,
pedacitos
de lamentos
que
dejan la voz clavada
silenciando
los momentos.
Cierro
los ojos y me imagino al tiempo humanizándose. A los espejos volviéndose a
enamorar de Ti. Y a algún que otro
escribano perdiendo la baba ante ese papiro del ayer que algunos recrearon en
una tarde de verano. .
Cierro
los ojos y supongo que esa noche -los que te vieron-, fueron inmensamente felices..
Cierro
los ojos y maldigo una vez más la pesadilla de quererte a destiempo..
…
Señor
de las manos prendías… no te olvides nunca de mí.
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