Hace unos días asistí al Pregón de las Glorias que
mi amigo José Luis Montes Letrán tuvo el detalle de regalarnos en la Sala
Compañía.
Ante
una puesta en escena íntima, Selu fue desgranando su corazón como
cuentas de un rosario, se rebuscó en las alacenas de sus recuerdos entre
décimas y anécdotas familiares y dejó para el final un romance de amor dedicado
a la Patrona de la Ciudad.
Los
poquitos que asistimos al acto tuvimos la suerte de vivir algo más que un
simple canto dedicado a este tiempo de gozo que son Las Glorias o aplaudir a un simple versificador tras un atril
desnudando su alma.
Los
poquitos que allí nos dimos cita pudimos asistir al compromiso -firmado con su
voz y su talento-, de una persona sensata y cabal, alguien que se ha dado
cuenta que el camino de sus letras es el correcto y que tiene que tatuarse a
fuego en la mirada eso de “ladran, luego cabalgamos”.
Como
amante confeso de los pregones que soy, desde aquí te doy las gracias por tu
sinceridad ante los folios en blanco que fuiste compartiendo; me pongo en pie
ante tu forma de trazar los arabescos de tu pluma y te confieso que lo que
hiciste aquella noche está a la altura de muy pocos.
Ojalá
ese pregón se convierta en cita ineludible en años venideros.
Ojalá
que los que juntamos letras tras estas fronteras nos sintamos orgullosos los
unos de los otros en vez de sentir alientos de
envidia y falseríos.
Ojalá
que los medios cofrades de esta ciudad se vuelquen con el mismo; simplemente
con asistir al próximo sería suficiente.
Querido Selu, sigue tu
camino...
Sigue
escribiendo sin mirar atrás, sigue dejándonos huellas de ti y sigue con tu
mirada limpia.
Como
dejó escrito Antonio Machado, “todo lo que se ignora, se desprecia”.
Un
abrazo pregonero.
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