Para la mayoría de los salesianos, existen unas
cuantas fechas en su agenda que al verse cumplidas hacen que el día se engalane
de fiesta, de nostalgia o de olvidos.
Y
la fecha de hoy es quizás la más importante de todas.
Al
verla en el calendario, he vuelto a abrir el altillo de los recuerdos y me he
topado de frente con el nombre de aquellos profesores que me enseñaron a vivir;
con el de esos compañeros de banca, de fila y de viaje de fin de curso; con
esos años en los que la vida fue tallando -al calor de un oratorio festivo-, el hombre que se refleja en mi sombra.
Y
es que hoy es el día de Ella…
De
esa pequeña imagen que acuna los sueños que cada noche persigo.
De
esa virgencita que apenas yo alcanzaba a ver en su camarín y que reinaba en la
capilla de mi colegio.
De
esa inocencia que un turinés tuvo como estrella de sus ensoñaciones.
Hoy
es el día de María Auxiliadora.
La
que es el recuerdo latente que amamanta las duquelas de mi piel; el orgullo de
mi sangre; la esquila constante que me recuerda de dónde vengo, cómo soy y
hacia donde debo dirigirme.
Ella es mi devoción primera, mis primeros rezos en
pantalones cortos, mi eterno mes de mayo.
Ella es ese soplo de aire que jala de mi cintura para
salvarme una vez más de las hogueras de mis miedos, de mis silencios cobardes,
de mis alcobas repletas de cenizas.
Reposo
mi mirada en el horizonte de los atardeceres, y su nombre aparece ante mí para
abrazarme, para no soltarme la mano, para dejarme bien claro que Ella fue la que hizo todo.
Crecí
bajo sus plantas..
La
nombro cada mañana..
Mi
vida sin Ella carecería de sentido..
Ser
salesiano es quererla bajo la cordura de un loco, sentir latidos envueltos en
sevillanas, tener la certeza de que su mirada es el bálsamo que nuestras
heridas buscan para curarse.
Qué
regalo me hizo el destino al permitirme ser uno más bajo sus plantas.
24
de mayo… Siempre en mi mente.
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