Anclada en un latido del mar, con la arena de la
playa recubierta de cascaras de besos y amantes con la guitarra a sus espaldas
se encuentra la dama de los desvelos de este simple juntaletras.
Serena,
callada, dulce…
Cada
mañana se baña con un suspiro de luz que el cielo le teje entre vuelo de
palomas y compases de mareas.
Con
el eco de los buenos días se perfuma tras cada casapuerta donde la vida le ha
ensañado a secar lágrimas con el pañuelo de la ironía.
Con
las heridas a medio supurar se pone guapa. Se despereza. Se gusta. Se mira en
el espejo de su eternidad y sale a las calles a dejarse el alma en ellas… y a
que ellas vuelvan a dejarse el alma por el precipicio de sus rincones.
Es
Cádiz…
Es
su sal. Su tiempo adormecido. Su tregua paciente.
Y
es esa cortesana escondida que deambula por mi mirada y que no quiero apartar
de mi horizonte cuando oteo su nombre en forma de copla de carnaval.
Carnaval
que ahora está en boca de todo entendido y que es un canto de cisne en la pluma
de unos cuantos peregrinos que nos hacen al resto del mundo millonarios.
Y
nos convierten en duendes. Y en locos de atar. Y en cuentistas sin final...
Y
en borrachos. Y en hippies. Y en vientos en busca de refugios que al sacudirnos,…
dan sosiego a nuestros moratones…
Y
nos hacen ser trasnochadores… irracionales trasnochadores que acaban cantándole
a Paco Alba el repertorio completo de Estampas
Goyescas con un vaso de felicidad en las manos…
Todo
lo que la sombra de un gaditano dibuje en la azotea de su imaginación, eso es
el carnaval..
Todo
lo que provoque que la risa se dé una vuelta descalza por la cuerda de los
equilibrios, eso es el carnaval..
Todo
lo que quepa en la piel de un charco, desnudo de piedras y cansado de escuchar
el correteo de unos niños jugando entre los coloretes de Peter Pan, eso es el
carnaval..
Si
no sabes de lo que te hablo, no sabes lo que desconoces.
Es
Cádiz.. y su bálsamo de gracia que se dibuja por el perfil de sus costuras, por
los pasillos de sus cicatrices, y por los callejones de febrero... ese mes
chiquito que la toma por la cintura y se la lleva a dar una vuelta por los
alrededores de la tarde -como dos enamorados-, para susurrarle al oído te
quieros entre estribillos de carnaval...
Cádiz...
mi bella locura.
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