Será cosa de este clima
o que por desgracia por la mañana disfruto de más tiempo libre del que yo
quisiera tener, pero tengo la sensación al pisar el centro que estoy rodeado de
extraños y extranjeros.
Personas que nos
visitan con una sonrisa en la cara, prisas en los andares y una mochila a la
espalda cargada de botellas de agua, mapas y abanicos.
Personas que al fin y
al cabo se maravillan de todo lo que nuestra ciudad les ofrece, desde bodegas
que aún se pueden visitar hasta un espectáculo único en el mundo donde el
caballo es el protagonista principal, pasando por decenas de bares donde
degustar tapas y viandas que de seguro jamás olvidarán.
Y a estos visitantes
también les ofrecemos -sin que nos cueste un duro-, la posibilidad de que en
sus paseos por el centro vean fachadas de edificios históricos, desde palacios
hasta iglesias, eso sí, la mayoría de estas cerradas a cal y canto; el día que
entendamos el valor que supone tener a Dios tan cerca…
Un ejemplo se da cada
vez que estos visitantes suben por la calle Consistorio y se detienen ante el
edifico del Ayuntamiento de nuestra city.
Los ves allí haciendo
fotos y balbuceando piropos en su idioma, haciendo que tú mires hacia allí
diciéndote... “si supierais realmente lo que se cuece tras esos muros.”
Porque lo último que
pasa allí es que no hay -ni se espera que haya-, secretario municipal, lo que
está provocando que toda la administración esté detenida, y que un valiente emprendedor
no pueda abrir su negocio a falta de una firma; como leen: Una mísera firma.
Otra vergüenza más.
Cómo envidio a estos
extranjeros que son capaces de quedarse en la primera capa de pintura de las
cosas y viven sin enterarse lo que realmente sucede en los edificios de nuestra
ciudad...
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