Hace unos días junto al
retablo cerámico que la Hermandad de la
Lanzada tiene sobre el lienzo de pared de la Basílica del Carmen aparecieron
una serie de pintadas, y esta vez he decidido no callarme.
Mientras los autores de
este nuevo ataque se amparan en el anonimato yo firmo mi respuesta con nombre y
apellidos.
Leedme con atención: sois
gente sin escrúpulos que mantenéis una vida vacía, cuya forma de actuar sólo me
hace reafirmarme en aceptar y ver que el camino que siguen mis huellas es el
acertado.
O al menos, el por
ustedes envidiado.
Porque una vez más
habéis salido de vuestras cloacas con la sangre envenenada y tomando el nombre
de mi Dios en vano, creyendo que de esa forma vais a hacer que se tambaleen los
cimientos de mí fe, cuando en realidad lo que sentís es la rabia corretear por vuestras venas ante su grandeza.
Qué equivocado estáis…
Sois el vómito de esta
sociedad que una vez que se limpia, ni siquiera el olor pasa a formar parte del
olvido.
Sois la escoria a la
que los cristianos cofrades de esta mi ciudad os perdonarán hasta setenta veces
siete porque no tenéis ni idea de lo que estáis haciendo.
Sois el grito ahogado
de vuestra infelicidad, y en el fondo lo que clamáis, lo que queréis es abrazaros
a mi fe y trepar por ella para sentiros lleno de esperanza.
Pero seguid así, vosotros
seguid refugiándoos en la noche y abrigando vuestras fechorías a la luz de la
luna; los cobardes no sabéis actuar de otra manera.
Y recordad una cosa: ese
contra el que atentáis vertió hasta su última gota de sangre por mis pecados y
también por la suma de los tuyos, que nunca se os olvide.
Y ahora, volved a
llenar de pintadas mi ciudad, que la misericordia de mi Dios volverá a
perdonaros.
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