Cada vez que paso en coche por debajo de la pasarela
peatonal azul del hospital, menos son los tornillos que le quedan a sus
entrañas y más feo es el esqueleto que va quedando de ella.
Es
lo que a uno le aguarda cuando se pasa por el taller de chapa y pintura con el
objetivo de sanearse, reformarse y adecuarse a estos tiempos que corren.
Supongo
que la decisión que se tomó en su día formará parte de la nueva pátina de
glamour que nuestros dirigentes le quieren dar a ciertas partes de nuestra
ciudad; un ejemplo de ello puede ser el carril bici.
Supongo
que este pequeño paso de desmontarla y adecuarla a esa obra interminable de la
Nacional-IV será una muestra más para que nuestra ciudad sea más moderna,
turística y segura si cabe.
Y
supongo -si no éste que por aquí escribe lo sugiere-, que al menos la nueva
pasarela tendrá un espacio libre para que los amigos, enemigos o amantes puedan
gritar a los cuatros vientos los enlaces matrimoniales más inminentes que a lo
largo de la ciudad vamos a ir teniendo.
A
modo de pantalla informativa, como la publicidad en los estadios de futbol o la
pantalla de salidas y llegadas que nos encontramos en la estación de Renfe, uno
podría saber a qué hora se casa Lucia y Aíran, dónde es el convite de Manu e
Isabel, o cual será la canción elegida para el baile de los novios de la Plaza
del Cubo.
Si
el ayuntamiento quisiera sacar tajada, les regalo la idea, siempre y cuando los
beneficios vayan a parar directamente a nuestras arcas municipales; eso sí, en
Bodasur tendríamos que poner un stand para darle publicidad.
Sería
algo novedoso, puntero y moderno, pero… ¿acaso no es eso lo que se está persiguiendo
con todos estos lavados de cara que estamos sufriendo?
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