Surgen
estas líneas tras escuchar las palabras de despedida de Ana Vergara, la que ha
sido mi Directora Pedagógica estos últimos tres años en el Colegio Jesús Mª El
Cuco.
En estos tiempos que
corren ella nos ha dado a todos los allí presentes una lección de coherencia, pues
deja ese cargo para entregarse a su familia, para dar prioridad a sus tres
soplos de vida y para volver a entrelazar su mirada a la de aquel hombre que
sabe cómo hacerla feliz, sin tener que estar mirando constantemente el reloj o
la agenda escolar.
En este tiempo
trascurrido, he tenido la libertad suficiente para decirle a la cara lo que
siempre he pensado y sentido, y aunque es cierto que en las últimas semanas apenas
nos hemos cruzado palabra, ambos sabemos que nos tenemos para lo que el destino
nos quiera deparar.
Guardaré como oro en
paño aquella bronca monumental que en su día tuvimos y que -cosas de la vida-,
mas amigos nos hizo; he sufrido cuando la he visto sufrir al intentar sortear
los obstáculos que por su despacho iban apareciendo…; y me he sentido un
privilegiado cuando mis oídos le han servido como válvula de escape a su rabia,
a sus desvelos, a su intento de seguir ofreciéndose a los demás de la mejor
manera posible.
Puedo contaros que en
ella se concentran los valores que el Colegio Jesús Mª trasmite desde hace
décadas a sus alumnos.
Puedo deciros que en
ella la dulzura y el cariño se dan la mano en busca de un mundo mejor para
aquellos alumnos que caminan por el alambre de las necesidades educativas
especiales.
Y puedo confesaros que en
ella, la palabra “aprecio”, cobra el mayor de los sentidos.
Hoy he despedido a Ana
Vergara, mi directora… pero le doy la bienvenida a Ana, mi amiga.
Gracias por recuperar
la sonrisa.
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