Majestad,
con la venia.
A
días de que jure de nuevo sobre la Constitución Española, y que vivamos juntos la
ceremonia en la que Usted se va a proclamar como nuevo Rey de España, permítame
que le haga llegar las palabras de este simple vasallo al que sólo le queda la dignidad
para ir dándole rienda suelta a mis sueños.
Majestad,
no tengo ninguna duda de su preparación y de su compromiso para con nuestro
país, para con su gente, para con su apellido,… pero de vez en cuando abra las
ventanas de palacio y airee los tapices que cuelgan de las paredes; de esa
forma podrá escuchar a los que sufren, a los que apenas tienen esperanza, a los
que se están quedando si voz,…
Majestad,
cada vez que presida un acto oficial, recuerde de donde viene y rememore
siempre hacia dónde caminan sus pasos, y vigile sus huellas; probablemente
algunas hienas muy cercanas a Usted aguardarán su momento para hincarle algo más
que el diente.
Majestad,
tenga presente la figura de su padre, pero no se intente igualar a él;
determine su camino y deje que la Historia ponga a cada cual en su sitio.
Majestad,
no aliente debates absurdos de independistas y republicanos aburridos, y
fomente, busque, hipoteque su palabra para darnos lo que necesitamos: trabajo.
Majestad,
en sus próximos discursos navideños, rompa las normas de protocolo y háblenos
mirándonos a los ojos, desnudándose en cada gesto, sintiendo como real cada
mensaje; deje a un lado el mito de que su sangre es azul y mézclese con el
pueblo llano.
Y
Majestad, de vez en cuando, vuelva a ver las noticias; cuentan las leyendas que
por culpa de ellas Usted encontró al amor de su vida… quizás si vuelve a
hacerlo ahora podrá entender que este país se está desangrando.
Estimada
Majestad, deme motivos para creer en Usted.
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