Si fuéramos capaces de vernos con ojos de forasteros… otro gallo nos cantaría, y sobre todo les cantaría las cuarenta a esos jerezanos-cofrades de a pie que en estos días de bulla, de inciensos y saetas sólo buscan graduarse 'Cum Laude' en el noble ejercicio del critiqueo y de tirar por tierra todo lo nuestro.
Seguro que alguno de ustedes conoce a algún jerezano-cofrade de a pie, ese al que le encanta asomarse a la ventana de lo ajeno para admirar todo lo que venga de afuera mientras no es capaz de sacudir el polvo de su casa por miedo a enamorarse de su propia sombra.
Al jerezano-cofrade de a pie le gusta ir a los actos sociales de la Cuaresma, tales como besamanos, funciones principales, el Pregón,… sólo para ver y ser visto.
Y en estos días de pasión lo podrán encontrar en los palcos, aferrándose a la medalla que luce primorosa sobre su cuello cuando su Hermandad pase por Carrera Oficial, poniendo los puntos sobre las íes a todos sus hermanos en Cristo.
Cuando un jerezano-cofrade de a pie nace, la matrona tiene que asistir a dos partos al mismo tiempo: el del jerezano-cofrade de a pie y el de su solemne e inmaculado pesimismo.
El último ejemplo de esto que les digo tiene como protagonista el chaqué del pregonero… Tranquilo José María, el año que viene vamos a proponer que se dé el Pregón en la Pasarela Cibeles y que unos cuantos sordos aplaudan el mensaje que allí se pregone.
Ainsssss… si te conocieran como yo te estoy conociendo.
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