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Te debo una



            El primer lunes de Cuaresma la imagen de Jesús Nazareno salió de su capilla de San Juan de Letrán, primero para ir al Alcázar y luego para  visitar la Santa Iglesia Catedral, presidiendo este año el Vía-Crucis que anualmente organiza la Unión de Hermandades de nuestra ciudad.

Como hermano de Jesús que soy desde el principio de los tiempos viví una jornada de felicidad absoluta, puesto que el cosquilleo que llevaba todo el día metido en mi barriga delataba que era un día grande para mi hermandad y para los míos.

Desde que la mañana asomara sus destellos por la Alameda Cristina comenzó a dibujar sobre el óleo de la ciudad una tarde de ensueño para que todo un pueblo pudiera disfrutar de un Jesús que a nadie le dijo que no, y de un cortejo que a todo aquel que llegaba les abría sus brazos de par en par para que se acomodara en cualquiera de sus rincones.  

Guardaré eternamente en mi memoria el instante de la salida; esa luz pidiendo permiso para acariciar sus manos, para perderse por entre las aves-frías de su túnico y para quedarse prendada de su rostro bien valen años de espera y nervios con olor a azahar.  

Llegará un día en el que podré contarles a mis hijos, como lo harán muchos de mis amigos y de mis seres queridos, que durante un par de chicotás llevé sobre mis hombros al que cuenta los almanaques por siglos, al que sabe de mí todo aquello que yo ni siquiera quiero saber y al que en su día le pedí perdón por tantas cosas que Él y yo nos contamos de Madrugada.

Sabéis que a veces me enrabio con esta ciudad -con motivos o sin ellos-, pero permitidme que hoy le dé las gracias desde este humilde rincón. 


Ya sabes, te debo una…cóbratela cuando quieras. 

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