Muchos de esos que
reclaman a los cielos de Curtidores “otra
madrugá”, apenas saben de sus secretos, raras veces se detienen a
contemplar el dolor acompasado por la historia y desconocen -porque no tienen
suficientes moratones aun en sus rodillas-, quien es la que acuna lágrimas en
Cristina.
Muchos de esos que se
llaman “hijos suyos”, apenas conocen a una Madre que sigue callada por los
recuerdos de una herida que no dejamos que cicatrice, raras veces levanta la
voz ante los gritos de los cobardes y es capaz de silenciar, con una simple
mirada, al mismo dueño del tiempo cuando éste pretende elevar su palabra por
encima de los vencejos que rondan la tarde.
Muchos de esos que posan
en sus labios promesas que se ahogan al corretear las aceras, apenas pueden
sostener ese nombre en sus gargantas, raras veces vuelven su cabeza hacia el
patio de los refugios y desconocen que los arcanos de la noche se esconden en
faroles y horquillas.
Pero ahí está Ella,
coronando un añejo retablo desde donde divisa a todo aquel que la ignora, a
todo aquel que no se detiene ante sus plantas para rezarle, a todo aquel que no
sabe que la belleza de las cosas viene marcada por los pellizcos que retuercen
al alma y no por el envoltorio de las modas.
Y aquí estoy yo, preso
de esa locura que es tenerla como Madre, cautivo de ese tormento que no sé cómo
curarle, recluso en esta cárcel de pureza morada que tiñe de tradiciones mis
huesos, esos que crecieron al son de eternas madrugadas.
Cuando nadie me ve suelo
ir a buscarla para anclarme en su calma, y al comenzar mis letanías repletas de
súplicas y desesperanzas, detengo mi pobre testimonio ante ese trazo que Dios
dispuso en la tierra - en mi tierra-, porque ambos sabemos que hay emociones
que franquean al aire solo con mecerlas en nuestros bolsillos.
Yo quisiera poder
explicar lo que ambos oímos al vernos, lo que ambos notamos al descubrirnos, lo
que ambos vemos al alejarnos,… pero al igual que hay sentimientos que laten
bajo llaves, hay llaves que nunca podrán traspasar el latido de algunos
sentimientos; y al igual que hay cerrojos que solo Ella sabe porque se me
siguen enquistando, hay quistes que deberían de dormir para siempre bajo los
silencios del mar; y al igual que un día
tuve la osadía de desnudar mi fe ante las tinieblas de su dolor, mi dolor se
escapa por la ventana cuando, desnudo ante mis miedos, pronuncio su nombre.
No pretendo que la
quieran como yo la quiero.
No busco que la busquen
como yo la encuentro.
No quisiera que creyeran
que solo Ella es el centro.
Pero cuando las ataduras
les ahogue las muñecas o los suspiros no comulguen con los vientos; cuando la
esperanza se despeñe por los cierros y el presente venga cargado de tormentos;
cuando el camino se tropiece con las ilusiones y el sol se escape de entre los
dedos, vayan a buscarla, refúgiense en su duelo, olvídense de la liturgia, Ella
se encargará del resto, y entenderán que en este mundo existen caricias – de
las que no somos dueños-, que tan solo con desearlas son capaces de atravesar
sentimientos.
Me ha encantado
ResponderEliminarYo tambien voy y la encuentro !!
ResponderEliminarOle, ole y ole!! Me encanta ese sentimiento...
ResponderEliminarAlgo que provoca sentimientos tan intensos merece tus hermosas palabras.
ResponderEliminarbesos
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMuy bonita entrada, Alberto.
ResponderEliminarUn abrazo.
Manuel