Te miro sin que te des cuenta y al verte, tus ojos acarician mis sentidos, tu nombre vuelve a provocarme escalofríos y tu boca, tu boca sigue siendo un manantial de suspiros perdidos. Te miro y en ti veo un oasis de sueños vividos. Te miro y me sonrío por mis adentros y por mis afueras, por mis costuras y por mis latidos y sin saber cómo, vuelves a calmar la sed, de este juglar, de este peregrino que sabe que en tus caderas anidan mis pasos y mis descuidos. Te miro a media tarde y al llegar la noche -sin hacer ruido- vuelvo a ser preso de ti releyendo todos mis olvidos. Te miro de reojo y sin mirarme me tienes convencido. Te miro sin descanso y en mis descansos te miro acunando este regalo que es mirarte entre delirios pausándose la vida y cosiéndome este vicio -a la piel, al alma y al juicio- q...