Decir que no es una de las cosas que más trabajo me ha cost ado de este mundo, y hace unos días tuve que posponer una cita tras un atril allende la Basílica de la Merced.
El Hermano Mayor del Trasporte me comprendió y meofreció su mano, anteponiendo a la persona antes que al juntaletras, y desde entonces duermo más sosegado y sigo apretando los dientes con la ilusión de algún día recuperar ese tarro de las esencias que de vez en cuando cabalga sobre mis dedos.
No es mi momento.
No tengo nada que contar.
Me siento vacío y exhausto.
Pero sé que volveré a escribir romances y versos sobre los renglones derechos de Dios.
Y cuando lo haga, las primeras palabras que rimaré conformarán una carta de amor hacia la Madre de Dios más dulce que navega por los cielos de Jerez.
La llaman de las Misericordias, y en Ella se cobijan todos los susurros de las campiñas de este trocito del sur.
En esos folios le describiré lo que sufro cuando la tengo cerca y lo que siento cuando la tengo lejos.
A Ella le contaré que existen amores de contrabando,
amores que son leales,
amores que son extraños,
y amores que son puñales.
Amores que valen un suspiro,
amores que se viven a raudales,
amores que son cautivos,
y amores que son demenciales.
Amores que merecen la pena,
amores que superan vendavales,
amores que nos hacen estar vivos,
y amores que son irracionales.
Llegado ese día, le daré lo único que tengo:
Un hatillo con sueños, un reguero de miradas y un corazón que por siempre y para siempre late entre tules blancos y escudos mercedarios.
Gracias Pau por tenderme la mano y entender y entenderme.
Gracias por dejar que el tiempo ancle sus manecillas a su antojo.
Y gracias por querer a una dolorosa que en sí misma hil vana el verbo coser bajo los moratones de los Consuelos.
A Ella, y a ti os pido que me esperéis…
Que, llegado el momento, mis palabras serán de ' ustedes.
Un abrazo.
Fotografía: Javier Romero Díaz.
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