Dejó
escrito García Márquez que viajar es “regresar valorando lo poco, es
saborear una copa, es desear empezar”; y hace unos días este escribano
de sueños decidió viajar para empezar a valorarse.
A
veces uno se siente un afortunado sólo porque otros silabeen su nombre en la
lejanía y deje de ser un olvido de tierra.
Y
ese viaje del que les hablo lo hice con recelos en la mirada y con una maleta
repleta de nuevos propósitos...
Y
ese viaje lo hice en tren… ese rumor de vida que despierta de la siesta al
campo y que escribe historias de amor bajo la luna encendida...
Y
ese viaje no lo hice a solas; me acompañaron un rosario de suspiros y el
aliento de personas que me quieren sin reparo al otro lado de mis complicados
andenes...
Quizás
pueda parecer una tontería, pero créanme cuando les escribo que necesitaba un
reto así, salir de mi zona de confort y perderle
el miedo al miedo, ese enemigo que llevo instalado en las alforjas de mi alma y
ajustarme las cuentas a mí mismo antes de regresar a las callejuelas de mi
barrio.
Y
tanto a la ida como a la vuelta disfruté del paisaje, dejando que mis ojos lo
retuvieran todo y que mis silencios otearan el horizonte por las ventanillas.
Y
conocí a un majara del Puerto de
Santa María por culpa del carnaval, esa forma que Cádiz tiene de reírse de
sí misma y del mundo; gracias Miguel
por la charla y por la amistad.
Y
entendí que las oportunidades hay que exprimirlas cuando te llegan; que el sol
siempre vuelve a nacer tras una tormenta de estrellas; y que la confianza nace de
la esperanza de creer en uno mismo.
Quizás
iba siendo hora de volver a empezar, y el comienzo se escribió en ese tren…
siempre el tren…
Gracias a ti Alberto, por compartir conmigo unas horas de charla , gracias a esa pasion comun que nos une . Un abrazo
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