Tengo una AMIGA
a la que no le gusta cumplir años. Sopla las velas a mediados de septiembre, y
me consta que es algo superior a sus fuerzas.
Siempre
le he dicho que si no fuera por ese nimio detalle de su personalidad, sería la
mujer perfecta.
Pero
es mi AMIGA. Y le perdono que no sea
perfecta, ya que atesoro motivos de sobra para quererla como la quiero,
sufrirla como la sufro, necesitarla como la necesito.
Porque
la quiero tal y como es. Con sus miedos, sus lágrimas, sus ganas de bailar y
brindar por la vida cuando mayo se viste de albero y faralaes; pronto
consideraremos su casa como la caseta número 1.
Porque
la sufro cuando ella sufre por los avatares de la vida. Y los dos nos contamos
las cosas cuando no podemos más. Y ambos nos tragamos las lágrimas y le
sonreímos al mundo para que nuestros mundos apenas noten nuestras lágrimas.
Y
porque la necesito, sobre todo cuando la vida me atormenta y las palabras se
atascan en la garganta, y a uno solo le da por guardar silencio.
Pero
es que mi AMIGA Ana es así, y esa es
mi suerte, la de tenerla en una esquinita de mi vida esperando a no soltarme la
mano, sabiendo que -si eso sucediera-, la vida sería menos vida.
Los
que la conocemos tenemos la suerte de brillar a su lado, de sonreír a su lado,
de deshojar los pétalos del día a día a su lado. Y esa es nuestra suerte,
nuestra bendita y afortunada suerte.
Hoy
cumple años mi AMIGA la dulzura, la
que me demuestra con su mirada que los sueños se alcanzan con fe, con tenacidad
y con un glamuroso apretar de dientes.
Gracias
por haberte cruzado en mi camino, por ser siempre Tú y por seguir latiendo a mi
lado.
Felicidades
Ana.
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