Permíteme que junte hoy estas palabras para
felicitarte ante tu elección como pregonero de la próxima Semana Santa de
nuestra tierra.
Confío
en ti. Confío en tu pluma. Confío en tu mirada.
Pregonar
la Semana Santa de Jerez es un privilegio al alcance de unos cuantos elegidos,
un regalo que uno recibe envuelto en unas pastas que saben a incienso y a
soledad, un guiño del destino que proviene del mismísimo cielo; el Consejo en
este caso sólo es un mero transmisor de la gracia de Dios.
Pregonar
la Semana Santa de Jerez es rebuscarse en los adentros que uno lleva cosido en
la piel cuando el aire huele a castañas y los villancicos anuncian la llegada
del mejor de los nacidos.
Pregonar
la Semana Santa de Jerez es abrirse en canal, desandar las huellas tiznadas de
recuerdos cofrades, deshojarse las arrugas y volver los ojos a ese rincón del
alma donde todo el año un racheo nos habla de esta locura que
nos da la vida.
Querido
Ángel, me da igual que tu pregón sea clásico o moderno. Lleve dos o seis mini
cuentos. Dure hora y media o se me haga eterno.
Yo
lo único que quiero y te ruego es que tu pregón lleve tu sello, tu firma, tu
forma de sentir.
Tras
cada hoja en blanco, tras cada rima tachada, tras cada lágrima callada,
pensada, compartida...
Tendrás
la suerte de gritar desde el atril del Teatro
Villamarta cómo son tus latidos cofrades, a qué huele la Noche de Jesús o
cómo se desvela la dama del clavo ardiente cuando alguien se persigna ante su
azulejo.
Disfrútalo.
Vívelo. Déjate llevar por las emociones venideras.
Piérdete
por los callejones de las albarizas cuando las palabras no quieran brotar y
vacíate, no te dejes nada dentro. El reto es maravilloso. Maravíllanos con tu
pregón.
Querido
Ángel, querido pregonero.
Enhorabuena.
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