Y diciembre te trajo de nuevo al barrio de la
Albarizuela, entre fríos y gargantas rotas, entre panderetas y listas de
regalos de reyes, entre días finiquitados en el calendario y rezos
deshilachados de espera.
Las
paredes se pintaron coloretes de zambombas en sus calichas.
Las
flores se perfumaron con olores a primavera.
Las
huellas de los que días atrás te buscaron en la nada sonreían al mirarte, entre
la multitud, cogiendo cita para dar un paseo a solas de tu mano.
Has
regresado a casa en las vísperas de tu parto, en las excusas de las comidas en
familia, bajo la lluvia de felicitaciones y deseos nacidos en una esquina del
corazón, y has llegado con los barnices despejados, las pupilas afligidas y las
manos envueltas en pañuelos de paz, consiguiendo en un par de horas que la paz
y las aflicciones se despejaran de un plumazo al tenerte cerca, sentirte cerca,
respirarte cerca.
Qué
difícil es explicar una ausencia que desemboca en los labios, y qué fácil es
llamarte cuando los renglones se tuercen y uno sabe que el consuelo de esas
dudas escarchadas sólo se encuentra al nombrarte.
Me
cuentan que los que te vieron hace unos días recibieron el mayor de los presentes
por adelantado, el mayor de los deseos escrito con tizas, el mayor adorno que podrían
colgar del árbol de sus días, pues eres para muchos de ellos la estrella de la ilusión
y el camino donde sus sombras se pierden al caer la noche.
De
hecho, uno de tus hijos me confesó que, al llegar tras verte un segundo, se fue
directo al altillo, buscó sus alpargatas de ramos y racheos y las acunó
contra su pecho, simplemente porque te había visto sonreír al renovar ante Ti la
faja de sus promesas.
Señora
de la Paz Afligida, diciembre te trajo de nuevo cerquita de nuestras
fronteras..
Señora
de la Paz Afligida, las espinas saben que las heridas de nuestra piel tienen
las cicatrices contadas porque ya te tenemos con nosotros..
Señora
de la Paz Afligida, los desamparados hijos de Eva agradecemos tu vuelta a casa…
incluso este hermano de negro que camina lejos de Ti, por senderos acuchillados
de nanas y silencios, pero que persigue a su manera la estela de tu mirada.
Señora
de la Paz y Aflicción, gracias por regresar.
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