Sueles aparecer rondando
los cierros de mi mente cuando menos me lo espero; y lo haces de manera
callada, sin aspavientos, sin adornos, sin aparejos que me distraigan de tu
nombre.
A estas alturas de
nuestras vidas, ambos conocemos el eco de nuestras zancadas, y ambos
necesitamos oírlo de vez en cuando para saber que no estamos tan distanciados
el uno del otro.
Y esta vez has sido Tú
quien has aparecido por el zaguán de mis impotencias; y al verte -en una simple
fotografía-, me he dado cuenta de que tengo ganas de Ti.
Y es que tengo ganas de
coger un bolígrafo de tinta roja y remarcar en los calendarios que bordean mis
días cuándo sales a la calle, cuándo te podré besar la mano, cuándo podremos
quedarnos a solas para dejar guardada de una vez por todas la bandera blanca de
mis derrotas en el altillo de los vacíos.
Tengo
ganas de que el sol del invierno se cuele por mi piel cuando vaya a buscarte por
los callejones donde los hombres se buscan a sí mismos cuando hablan de Ti
entre fajas y relevos.
Tengo
ganas de perderme en tus ojos, porque es en ellos donde me encuentro cuando me
pierdo.
Tengo
ganas de que me pongas en aprietos, y que el silencio sea el testigo de lo que
a solas te vaya diciendo.
Tengo
ganas de ir a tu encuentro, y que el pulso de tus latidos se derrame por mis
adentros.
Tengo
ganas de saber de Ti, de sentirte delante de una bulla, de dejar que la noche corretee
detrás del sueño y de ver cómo la luna descose todas las promesas que los dos
guardamos en un cajón del olvido.
Tengo
ganas de llegar a casa con olor a cansancios, con el aroma de tus pisadas solapadas
a las huellas de mis zapatos, con cientos de recuerdos anclados a las volutas
que el incienso no pudo dejar impregnado en mí.
Tengo
ganas de verte y de perder el sentido del tiempo cuando un costero te lleva y
te trae por los adoquines de los suspiros.
Tengo
ganas de hablar de lo que me provocas, de tiznar tu mirada con besos robados al
atardecer, de decirte que aquí estoy un año más delante de Ti porque tú sigues
empeñado en que siga persiguiendo el sueño de vivir a tu lado.
Tengo
ganas de ser lo que Tú quieras que sea.
Tengo
ganas de llorarte, de extrañarte, de rebuscarte en mis cicatrices y de entregarme
a Ti en cuerpo y alma.
Tengo
ganas de partir en dos ese trozo de papel donde cada día escribo la quimera
imposible de mis ilusiones.
Tengo
ganas de enterrar mis miedos, de sacudir las cenizas de mis escombros, de otear
el horizonte que me espera tras cada amanecer y te siento cerca; que sepas que Tu
mirada sigue siendo la primera que me cruzo cuando abandono mis sábanas.
Tengo
ganas de que mis problemas sean finiquitados con un guiño de esos que Tú y yo sólo
sabemos leer y que encierra la palabra gracias firmada con escalofríos de
dudas y esperanzas.
Tengo
ganas de enseñarte mis nuevas costuras, y de decirte que todavía tengo unas
cuantas que no soy capaz de coser con el hilo de los descuidos.
Tengo
ganas de decirte al oído que sigo siendo de barro, y que me gusta sentir tus
latidos crepitar bajo el fuego de la madrugada.
Tengo
ganas de abandonar este infierno, de secar las lágrimas que en soledad lloro a
escondidas, de reír a carcajadas sin sentirme culpable al respirar pinceladas
de felicidad.
Y
sobre todo, tengo ganas -muchas ganas-, de Ti.
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