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Fue un placer

          Alguna vez que otra he juntado las letras en este rinconcito para compartir las historias que le suceden a los morabitos, un grupo de amigos que ven pasar la vida desde el tubular de una bicicleta.

Y como sucede en las mejores familias, en ese grupo se discute hasta por la cosa más absurda que a uno se le pueda ocurrir; forma parte de nuestra peculiar identidad.   

Pero creo que lo que hemos tenido que vivir en estos últimos días nos ha hecho valorar que la amistad y el cariño que nos tenemos están por encima de unas alforjas o de un simple maillot de carretera. 

Y el culpable de esta lección de vida ha sido nuestro amigo Cristóbal, que por su riesgo y cuenta decidió una mañana coger su bicicleta e irse a pedalear bajo otros cielos; le hablaron de una marisma almonteña, y por allí debe de andar.

Su corazón ya no pudo aguantar la vitalidad que derrochaba en cada empresa en la que se embarcaba, y le soltó la mano sin que nadie se diera cuenta; para mí que no solo fue su corazón, sino su persona al completo, sobre todo esa risa de bienvenida con la que recibía a propios y a extraños, y con la que certificaba amistades para siempre

Conservaré en mi memoria la voz de su experiencia, las ganas de superarse ante cada reto que la vida le iba marcando, y su voz socarrona escondida tras esas gafas y esas ganas de seguir aprendiendo.

Que sepas que el grupo se ha quedado cojo, porque cuando salgamos de ruta y echemos la vista atrás, extrañaremos no ver a esa sombra inquieta pelearse con el asfalto.

Por tu hijo no te preocupes que no le dejaremos sólo; tras ese cuerpo de hombre se oculta la piel inocente de un niño.

Amigo,... fue un placer haber pedaleado contigo.  

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