Te escribo estas líneas desde la melancolía de tus
últimas palabras, desde el rencor envuelto en el pañuelo que lleva tu nombre,
desde un atardecer salpicado de dudas… esas mismas que tú -con tu eterna paciencia
y generosidad-, de un plumazo desterrabas.
Están
pasando los días... y se antoja complicado tenerte… y a la vez no saber de ti.
Ambos
sabemos lo que significa perder algo en esta vida. Hemos regresado a casa
muchas veces con las manos vacías, consolando a nuestras arrugas, a nuestros
abrazos rotos, a nuestros latidos entrecortados…
Y
no sé a qué estamos esperando para volver a fijar la mirada en el fondo de
nuestros ojos… y volver a sentir esa sensación de no tener nada que decir...
pues en ese nada se describen las sombras de un instante repleto de felicidad.
Nos
podrá el orgullo de hombre. O el carácter que ambos masticamos. O ese miedo a
descolgar un teléfono. A mandar un mensaje. A romper las cadenas del silencio…
O
quizás es que ya no queremos volver a sentirnos especiales… aunque solo fuera
por un momento.
Perder
tu amistad…
Todos
los aquí presentes hemos perdido a alguien que -por diversos motivos-, ha
significado mucho en nuestra vida.
Es
uno de esos tragos amargos que a nadie le gusta saborear; es una mano que te
falta cuando tus gritos te buscan en soledad; es esa sonrisa que hace que todo
carezca de importancia.
Seguro
que sabes de lo que hoy te estoy hablando.
Seguro
que tú también has vivido algo parecido a esto que en estas líneas te estoy
contando.
Seguro
que por no hablar las cosas a tiempo, tú también has dejado que el tiempo se
enquiste y ya no sepas como retomar las cosas.
Si
es así… dime cómo se hace, qué hago para volver a recuperarla, a recuperarlo…
Te
echo de menos amigo.
Comentarios
Publicar un comentario