Son las dos de la madrugada. Me he vuelto a despertar entre lágrimas y sudores, y es la sexta vez en el día que me digo que esto tiene que acabar.
Y es que yo creía que durmiendo era libre, pero tengo una herida con su nombre en el alma que se cuela por mis adentros cuando menos me la espero y no me deja soñar.
Durante mucho tiempo la he dejado al aire, pero hay días que la palpo con los recuerdos, y ahora necesito que se cierre, porque necesito volver a respirar.
Es una historia que ya pasó.
En la que me equivoqué.
En la que pedí perdón.
Y con la que asumo la derrota más triste de mi asumida existencia.
Pero hay un latido dentro de mi corazón que no se entera. Y de vez en cuando me grita, a sabiendas de que ese relato ya reposa en la repisa de los libros leídos.
Sólo me quedan las cenizas, los recuerdos y un puñado de rezos a escondidas porque no quiero molestarle al cielo con mis cosas mundanas.
Muchos de los míos no compartís que siga aislado, y me zarandeáis para que vuelva a salir, y escribir, y beberme la vida a tragos, … pero no estoy preparado para enfrentarme a unos ojos que me odian, a unas calles que se olvidaron de mí y a un dolor que sigue escociendo como la primera vez que me hablaron de él.
Pero tengo fe en mí, en mi trabajo, en mis silencios y en mis palabras juntadas al asomarse la luna, y sé que algún día, saldré de esta.
Tengo fe en mí, en todos mis esfuerzos, en todo lo sanado y en todo lo rebuscado, sabiendo que todo está mereciendo la pena, y si me fuera de este mundo en un revés del tiempo, que el mundo sepa que sólo tengo amor para dárselo a mi hijo a espuertas sin que él me lo pida.
Tengo fe en mí. Es mi mantra. Es mi reflejo en el espejo. Es mi deseo de cada mañana al coger la bici y enfrentarme a mis alumnos.
Hubo un tiempo en el que ni siquiera me escuchaba.
Ahora hablo conmigo, y sé que merezco la pena.
Porque estoy regresando a tener fe en mí.
Sólo es cuestión de tiempo el regresar…
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