Decir que no es una de las cosas que más trabajo me ha cost ado de este mundo, y hace unos días tuve que posponer una cita tras un atril allende la Basílica de la Merced. El Hermano Mayor del Trasporte me comprendió y meofreció su mano, anteponiendo a la persona antes que al juntaletras , y desde entonces duermo más sosegado y sigo apretando los dientes con la ilusión de algún día recuperar ese tarro de las esencias que de vez en cuando cabalga sobre mis dedos. No es mi momento. No tengo nada que contar. Me siento vacío y exhausto. Pero sé que volveré a escribir romances y versos sobre los renglones derechos de Dios . Y cuando lo haga, las primeras palabras que rimaré conformarán una carta de amor hacia la Madre de Dios más dulce que navega por los cielos de Jerez . La llaman de las Misericordias , y en Ella se cobijan todos los susurros de las campiñas de este trocito del sur. En esos folios le describiré lo que sufro cuando la tengo cerca y lo que siento