La última vez que te vi, solo te di las gracias.
Tú reinabas sobre el tiempo, habías bajado de tu camarín de rezos y los latidos en torno a Ti se iban acelerando como un fuego de colores.
Yo andaba triste, aferrado a un imposible y con el norte envuelto en miedos.
Pero jalaron de mí para poder conocerte.
Y al verte, volví a sentir lo que siempre siento cuando me detengo antes tus plantas:
Que eres Dios hecho madera.
Que eres llaga hecha promesa.
Que eres risa hecha primavera.
Que eres un abrazo de calma.
Que eres un manantial de agua.
Que eres sosiego para el alma.
Que en Ti se recrean todos los males del Universo.
Que en Ti comienza y acaba la vida.
Que ante Ti, el aire sigue siendo un simple preso.
Hoy he vuelto a verte, he vuelto a darte las gracias y a presentirte como el Hijo de un Cielo que sabe a Gloria de barro y sangre.
Hoy he estado ante Ti a solas, en medio de la gente, en tu casa.
Hoy me he sentado en el banco de siempre para contarte lo que nunca creía que te diría.
Pellizcos de piel que saben a mortaja de sueños.
Arrullos de lágrimas.
Secretos confesables.
Gran Poder… la próxima vez que vaya a verte, será distinto. Estoy seguro de ello.
Mientras tanto, cuídame a ese imposible
Foto: Isa Palmero
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