Si alguien nos hubiera dicho alguna vez que nos llevaríamos tres años sin vernos, sin sentirnos, sin confesarnos nuestras cosas en medio de la calle Higueras o de recogida por Molineros, los dos nos habríamos mirado de manera pausada y hubiéramos roto a carcajada limpia al doblar la esquina de la Plaza de las Angustias.
Pero la vida a veces tiene estas cosas… y ese alguien, sin saberlo ni pronunciarse, llevaba razón, y han sido tres años, tres malditos años en los que hemos estado Tú sin mí, y yo por siempre en Tí.
Porque no ha existido un sólo día en el que no te haya nombrado. O buscado. O rogado… para que el sufrimiento que llevaba alojado en mi cintura se marchara de mi lado lo antes posible y sin hacer ruido.
Tres años de visitas casi de incógnito. Sin querer molestar. Entrando en mi casa a deshoras y sin querer llamar la atención, con la única intención de pasar desapercibido.
Por eso, cuando al fin te ví el pasado Domingo de Ramos, yo con mi túnica, Tú con tu escarnio en brazos, sólo pude vaciarme. Dejar que el silencio hablara. Y contemplarte… Sólo contemplarte.
Porque al hacerlo, me vuelvo a enamorar de Tí.
Y te miro como si fuese un adolescente ennerviado por culpa de su primera cita.
Y es que este amor que siento por Tí lo estoy guardando en un pétalo de mis latidos, en un grito de mi memoria, en un espejo que siempre me devuelve el mismo reflejo: el de tus ojos.
Si alguien se hubiera detenido en esa mirada que nos regalamos en nuestra capilla, entendería que nuestra llama sigue intacta, y que sigues estando por encima del tiempo, de las primaveras, de las esperas.
Porque yo me enamoré de Tí cuando no sabía ni siquiera lo que era amar.
Yo me enamoré de Tí por culpa de tu dolor, de tu elegancia, de tu inconmensurable fragancia al transitar por las calles.
Yo me enamoré de Tí, simplemente, para ser feliz cada vez que te pensaba.
Y te pienso. Créeme que te pienso.
A solas. En medio de la gente.
De noche. Al regresar a casa.
Al atardecer. En el coche…
Da igual el sitio o el momento.. siempre te estoy pensando…
Por eso, ese domingo de vencejos, de luces abrileñas y de abrazos con amigos volví a ser tuyo, sólo tuyo, como lo son mis manos, como lo son mis sentidos, como lo es mi sangre.
Por eso, dejé el reloj en la mesilla de noche, y te conté el cuento de las mil ausencias con la cabeza agachada, ajeno al mundo, obviando hasta el aire.
Por eso, el cansancio no me pudo. El vértigo no me ganó la batalla. Y la promesa se cumplió con el andar de mis huellas.
Si supieras lo que te he echado de menos…
Si supieras cuando te he necesitado…
Si supieras que por una palabra tuya recorro el mundo con los ojos cerrados…
Porque por Ti,
mis angustias…
se agotan en un clavel
en un rosario de rezos
en un rayado papel
en un beso de aduana
en lo oscuro de mi piel
y en el cielo de mi boca
al girarme para ver
que la niña de mis ojos
la dueña de mi perder
me ha devuelto su sonrisa
para volverme a vencer.
Porque por Ti,
mis angustias
se deshojan como la miel
en un bolsillo de arena
cosido al atardecer
donde tu nombre navega
por las sombras del ayer
y te haces muy presente
al volver a aparecer
cuando suspiro delirios
que queman todo mi ser
y que sólo Tu mirada
hacen desaparecer.
Y porque Angustias, por Ti,
coso con un alfiler
los retales de mi vida
al perfil de tu doler
y contemplo tus tormentos
recontando mis no sé
acabando entre silencios
y lagrimas por verter
a un pañuelo de tu calma
volviendome a enloquecer
sino te tengo cerquita
sino respiro tu hiel
en tu capilla humillada
donde vuelvo, siempre vuelvo
para volverte a querer.
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