Yo de pequeño soñaba con contarle al mundo cómo se
vive la Pasión, Muerte y Resurrección
desde la ciudad del duende amontillado cuando el azahar perfuma sus calles y la
fe se pasea por los adoquines del tiempo.
Y
cuando otras puertas se me cerraron, y pensaba que este año mi voz se
silenciaría para siempre, Enrique
Gallego me abrió de par en par el salón de su casa y me invitó a que fuera
feliz.
Porque
eso es lo que he sentido esta Semana
Santa en medio de la Plaza del Arenal, micrófono en mano, viendo cómo todas
las imágenes de nuestra peculiar pasión venían a mi encuentro.
He
sido feliz Enrique, muy feliz por tu culpa.
Porque
no me ha importado sentirme observado cuando de siempre he querido pasar
desapercibido.
Porque
me ha gustado verte trabajar y ver cómo te dejas el alma en cada uno de tus
proyectos.
Y
porque he sentido cómo la gente que estaba lejos se emocionaba con este simple juntaletras
que sólo ha contado cómo le late el alma a nuestra ciudad cuando esta cobija
sueños a la sombra de la Luna de Nisán.
Yo
solo he contado a qué saben los cortejos de nazarenos, cómo duele el llanto de
algunas miradas o cómo las promesas se saldan en una estación de penitencia.
Yo
solo he contado a qué sabe el dolor de las distintas advocaciones o lo que se
esconde detrás de una canastilla de misterio.
Yo
solo he contado cómo el Prendimiento danza sobre el cordel de la noche la pena
agitanada de un barrio; como Soledad se pierde en el crujío inerte de un
clavo; o cómo Amargura será, eternamente, mi testamento azul soñado.
Si
me equivoque en algo, ruego que me perdonen, pero a veces el corazón también se
emociona.
Volver
a narrar… bendito regalo que la primavera me hizo.
Comentarios
Publicar un comentario