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Ella no quiso esperar.


Llevo un par de noches en las que mi cuerpo no coge calor entre las sábanas. Noches en las que el frío se hace presente cuando lo siento recorrer esquivamente mi espalda. He pasado unas noches en las que mis ojos han titubeado cuando se disponían a despedir a la oscuridad de mi habitación, y el silencio es la respuesta que más se ha repetido cuando las preguntas han carecido de respuestas.

Llevo un par de noches en los que los recuerdos de tu persona se amontonan en el dintel de la memoria, y poco a poco van desfilando por el salón de los evocos. Y cuando me topo con ellos cara a cara es cuando me acuerdo de tu forma de ser, de esa sonrisa eternamente dibujada en tus labios, de las veces que nos saludamos en cualquier lugar y hablamos de ella, demostrándome –y compartiendo conmigo-, ese cariño que siempre le profesaste a Nuestra Madre.

Siempre supe que ese amor hacia Ella era sincero, por que las palabras que desprendías lo denotaban, y quizás por eso no has podido esperar y te has marchado junto a Ella.

Pero también supe que Ella extrañaba tanto tu voz delante de su paso que no querría volver a vivir otro Domingo de Ramos sin ti, y llamarte a su Gloria ha sido la forma mas egoísta de tenerte a su lado.

Y aunque tenemos la certeza de que te han acogido en la Gloria de los elegidos por venir de donde vienes, y por ser tan “BUENA GENTE”, debes de saber que la pena se asomará al balcón de nuestros labios cuando te nombremos y no te acerques a nosotros.

Y tienes que entender que estemos cabreados, que nos sentamos impotentes, que no entendamos el por qué de tu marcha, y de la forma en la que lo has hecho.

Y tienes que saber que se nos escapará alguna que otra lágrima que el viento se encargará de secar cuando veamos a tu niña corretear por cualquier calle, por que entonces, y solo entonces, alzaremos nuestra mirada al cielo y nos preguntaremos: ¿por qué?

Y tienes que comprender que la rabia de haberte perdido recorrerá nuestras venas el resto de la cuaresma que pronto empieza. Y que cuando nos enfundemos nuestro hábito el Domingo de Ramos, se nos pondrá un nudo en la garganta al pisar el frío mármol de la capilla y veamos un lazo negro ondeando en uno de los guardabrisas, por que el recuerdo de tu persona envolverá no sólo a ese llamador de la Gloria que tú tantas veces golpeaste, sino toda nuestra estación de penitencia.

Y tienes que entender que se te echará mucho de menos. Hasta siempre Hermano.
P.D.: articulo publicado en: sietecuchillos.con y lalevantadigital.com

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