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Mostrando entradas de agosto, 2016

Aroma a Domingo

         De un tiempo a esta parte los domingos por la mañana los tengo reservados para montar en bici, aprovechándome que por las calles de nuestra ciudad apenas hay gente y que por muchas esquinas las persianas se andan cerrando para irse a dormir. Es un paseo leve el que suelo dar, no vaya a ser que mi espalda se revele y me quite este espacio donde soy completamente libre. Entre pedalada y pedalada, aprovecho para pensar en mis cosas, en mis artículos, en mis proyectos,… notando cómo la ciudad se relame sus heridas, se busca a sí misma y comienza suavemente a desperezarse por las esquinas del olvido. Y me resulta curioso observar que el ritmo de la vida se vuelve pausado al llegar este instante de la semana, acrecentándose el ruido en las cafeterías, dejando que los despertadores se vuelvan mudos y viendo a decenas de personas que en su vida han hecho deporte enfundarse a ropas llamativas y recién estrenadas con la sana intención de ponerse en forma. Supongo que

MaR

El bueno de Rafael Alberti se llevó media vida dudando si a  la palabra mar le añadía el artículo “el” o le encorsetaba el artículo “la”. Como amante confeso del poeta del Puerto, me moriré sin saber cuál de los dos artículos saciaba más su nostalgia. Pero si de algo estoy seguro es que si este poeta del sur hubiera conocido a mi amiga Mar , la duda lo hubiera atormentado aún más si cabe al caminar por las calles del olvido. Y es que mi amiga Mar está por encima de ese mar que cada tarde se retira a descansar buscando la eternidad de la orilla de la playa de su pueblo sanluqueño que la tiene atada de pies y manos, pero que no es capaz de apresar el talento que sus pinceles encierran. Maestra y pintora con letras mayúsculas, cuando Mar pinta, escribe o esculpe, libera su mirada para que los demás caminemos descalzos por sus suspiros, sintiendo la fuerza de un corazón indómito que late al compás de sus sueños, sus cicatrices y sus ilusiones. Nadie le ha regal

Juegos Olímpicos

           Cada cuatro años suelo plantarme delante del televisor y tragarme todos los deportes olímpicos que vayan emitiendo, amén de todos los resúmenes y las ceremonias de Inauguración y Clausura. De hecho, aún conservo por casa algún muñeco de Cobi , la mascota de los Juegos de Barcelona´92 . Los de este año en Rio2016 serán mis novenos juegos conscientes de ello, y espero que alguien del Comité Olímpico Internacional premie mi fidelidad de alguna manera especial. Pero hablando en serio, soy un enamorado del Olimpismo y de todo lo que conlleva ese mundo de esfuerzo y compañerismo; recuerdo con mucho cariño que uno de los primeros trabajos que hice en mi vida cuando iba al colegio y era buen estudiante fue precisamente sobre la Historia de las Olimpiadas y sobre una de esas figuras a las que uno admira desde la lejanía y la envidia: el barón de Courbertin .    Unos Juegos Olímpicos no es sólo una reconciliación del ser humano consigo mismo y con el deporte,